miércoles, 25 de marzo de 2009

LAS PERLAS DE CALIFORNIA

Gastón J. Vives Gourieux fue un hombre visionario que siempre creyó en la explotación de las perlas como el mejor medio para lograr el mejoramiento económico de los habitantes de la Baja California. El establecimiento de su Compañía Criadora de Concha y Perla, cuyas instalaciones se encontraban en la Isla Espíritu Santo, era una prueba de la verdad de sus opiniones.


Se cumplieron 100 años de la creación de la CCCP como se conocía a la compañía, y en todo este largo tiempo esta industria ha sido olvidada a pesar de los fundamentos tan positivos que presenta. En la actualidad, al igual que hace un siglo, la perlicultura basada en el cultivo masivo de madreperla y concha nácar, es una industria de mayor rentabilidad en el mundo. Al menos así lo demuestra el mercado perlífero mundial donde Japón, China, Australia, Hong Kong y la Polinesia son los principales exportadores.


Afortunadamente el interés por el cultivo de las perlas en nuestro Estado ha sido retomado por dos grupos de investigadores que ya dominan la técnica para su explotación e incluso ya han obtenido los primeros resultados. Para ello se han valido de las experiencias de don Gastón J. Vives en la isla Espíritu Santo y de la numerosa bibliografía que existe relacionada con esta industria. Apoyados por la UABCS y por el CIBNOR, estos investigadores se han echado a cuestas la tarea de establecer y promover las primeras granjas marinas para el cultivo de las ostras perleras.


El doctor Mario Monteforte afirma que la bahía de La Paz posee un excelente potencial acuícola gracias a la existencia de numerosos sitios para la instalación de cultivos marinos como por ejemplo la almeja catarina, la almeja mano de león, la almeja burra y, desde luego, las ostras perleras Picntada mazatlanica( madreperla de Calafia) y Pteria sterna( Concha nácar arcoiris). Por su lado, la doctora Micheline Cariño Olvera se ha convertido en la mejor propagandista de esta industria a través de sus numerosos estudios e investigaciones. En 1998, patrocinada por el Congreso del Estado, publicó un libro sobre la vida y legado de don Gastón J. Vives, el primer maricultor de América. En esa obra incluye un manuscrito inédito de esta persona escrito unos pocos años antes de su muerte—1939- que él denominó “El porvenir de la Baja California está en sus mares”. Dice don Gastón que el cultivo industrial de la madreperla consiste en recolectar sus huevos, fomentar la fecundación de éstos, facilitar el desarrollo de las larvas derivadas de los huevos, y el desarrollo de las crías en unos aparatos especiales que se denominan ”incubadoras”, que se colocan en el fondo del mar bajo determinadas circunstancias. A los tres meses de nacidas las crías, se recogen las incubadoras y se siembran esas crías en unos depósitos o viveros de agua corriente, donde pasan su adolescencia, al abrigo de los ataques de sus numerosos enemigos. A los seis meses se trasplantan las crías en mar libre y a los dos años, cuando la mayor parte de las conchas sembradas han adquirido el tamaño adulto se procede a su cosecha.


El complemento del proceso indicado por el señor Vives lo están realizando los países dedicados a la industria de las perlas cultivadas conocidas como Mabé o media perla, la cual se logra implantando núcleos en las ostras mediante operaciones de microcirugía. Con este sistema es posible producir de dos a tres perlas por ostra. De acuerdo con un proyecto de inversión presentado por el doctor Monteforte, en la bahía de La Paz se pueden instalar entre 80 y 90 granjas perleras, cada una manejando 10 mil ostras adultas anuales y una producción potencial de 25 mil a 30 mil Mabé en promedio. A partir del cuarto o quinto año cada granja obtendría ingresos por un poco más de medio millón de dólares.


II


La pesca de las ostras perleras forma parte de la historia económica de Baja California desde el año de 1533 en que la península fue descubierta por el navegante español Fortún Jiménez. De muchos es sabido que al desembarcar en las playas de la bahía de La Paz lo primero que hizo fue buscar las codiciadas perlas las cuales, según tenía referencias, las había en abundancia.


Después del descubrimiento, una larga lista de exploradores arribaron a la península con el propósito de conocer sus características geográficas pero también en busca de sus supuestas riquezas. Durante 150 años diversas expediciones recorrieron la región llegando incluso hasta los límites de lo que hoy es la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos. Hernán Cortés, Francisco de Ulloa, Juan Rodríguez Cabrillo, Sebastián Vizcaíno y el almirante Isidro de Atondo y Antillón fueron algunos de esos navegantes que dieron a conocer al mundo la nueva tierra descubierta, aunque no conquistada del todo.


No fue sino hasta 1697 cuando los misioneros jesuitas lograron erradicarse en la península, para fundar las misiones que todavía hoy en día son testigos de su permanencia en esta tierra. Pero la pesca de perlas continuó pese a las negativas de los padres, creando empresas como la de Manuel de Ocio que formó un emporio con la explotación de este molusco.


A fines del siglo XIX y principios del XX el negocio de las perlas constituía un importante factor de la economía bajacaliforniana y, en especial, de la ciudad de La Paz. Aquí se otorgaron varias concesiones para explotar ese recurso en el golfo de California, entre ellas la Compañía Perlífera de la Baja California la que en 1889 ocupaba entre 400 y 500 trabajadores por año. Las perlas eran vendidas en Europa al igual que las conchas las cuales tenían una gran demanda.


En el artículo anterior me referí a la Compañía que formó el señor Gastón J. Vives en 1903 y cuyos criaderos fueron destruidos durante el movimiento revolucionario de 1914. Cuando desapareció la empresa, ésta ocupaba cerca de 500 personas en el mantenimiento de la Estación perlífera de San Gabriel, en las bodegas de La Paz y en las embarcaciones de la compañía. En ese año en la isla Espíritu Santo se habían sembrado un poco más de cuatro millones de ostras de las cuales la mitad eran adultas y con altas probabilidades de contener las preciadas perlas. Además se tenían otros cuatro millones de crías listas para sembrarse en las ensenadas de la isla.


De 1914 al 2002 han transcurrido ochenta y ocho años y es hasta ahora cuando se vuelve a pensar en el cultivo de la ostra perlera como un proyecto viable que asegure el desarrollo económico del Estado. El gobierno de la entidad tiene el firme propósito de apoyar esta industria tal como lo ha hecho con otras dedicadas a la acuacultura. Con su respaldo y la asesoría técnica de los investigadores de la Universidad y del CIBNOR, ya existe en nuestra ciudad una empresa que cultiva y vende joyería fina de oro y plata con Mabés de Concha Nácar.


La empresa, registrada con el nombre de Perlas del Cortez, S. de R.L. M.I., tiene como propietaria a la señora Zulema Puig Amarillas y en su volante publicitario explica que todas las perlas Mabés son auténticas piezas originales de Baja California Sur, ya que los cultivos se encuentra en la extraordinaria bahía de La Paz. Desde luego esta naciente industria ha requerido de una costosa inversión aplicada al cultivo de las ostras y al montaje de ellas en joyería de oro y plata. Pero ese esfuerzo está empezando a dar resultado. Centros comerciales tan importantes como Sanborns ya están adquiriendo el producto y se prevé abrir el mercado a los Estados Unidos.
Estamos seguros que el ejemplo de la empresa Perlas del Cortés alentará a muchos inversionistas para instalar otras granjas similares y así, en pocos años, la perlicultura será una de las industrias más rentables, a lo mejor la primera, elevando el nivel económico de los sudcalifornianos.


Y entonces sí, aunque con un retraso de cien años, podremos afirmar como antaño lo hiciera Gastón J. Vives: “El porvenir de la Baja California está en sus mares...”

 

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martes, 17 de marzo de 2009

DE MI COSECHA

LA PAZ DE ANTAÑO..... RECUERDOS

 

Hace algunas tardes, de esas donde todavía el frío del invierno estaba algo fresco, cuando se antoja tomar algo calientito, un café o té de damiana, me puse a platicar un rato con mi padre sobre La Paz de antaño, acompañados del humo calientito que despiden sendas tazas de nuestro apetitosos líquidos calientes, que nos hacen poner a tono, entrados en esas pláticas que quieres de duren para siempre, los minutos y las horas se hicieron nada, que hermoso escuchar hablar de tu ciudad de esa manera en que lo hacen las personas que la aman, que la llevan marcadas en sus pieles cual moreno curtido por el sol, de los largos caminos polvorientos que llegaban de todos lados, de las personas y sus anécdotas tan notorios y folklóricos que los hacen únicos. Es así como se hacen las historias pasadas de boca en boca, por eso, es importante prestar oído a nuestros ancestros; divagamos por una Paz olvidada por muchos, aquella de calles empedradas que hacían crujir las ruedas de carretas mezcladas con vehículos ford y dodge, unos cuantos chevrolets y algunos jeep willys, las subidas y bajadas de calles céntricas como la 5 de Mayo o la Madero, bañadas con el intenso sol del mediodía, los habitantes cubiertos por sombreros de palma por ser mas frescos y que al quitarse servían de abanicos para refrescarse un rato bajo el árbol castigado por el astro rey.

 

Simplemente añorar esas noches tranquilas de verano, es una ensoñación, caminar decía mi padre a deshoras de la noche y tener que hacerlo por la calle y no por la banqueta, pues la gente dormía por el impetuoso calor sobre ellas, el sonar rítmico del paso apresurado por el ladrar de un perro, cruzar desde el malecón hasta los olivos, acompañado de la luna que iluminaba a los durmientes velando sus sueños, libres de preocuparse por el bándalo mañoso que robara alguna pertenencia, las casas abiertas de par en par, cuando dicen, los perros se amarraban con chorizos, y hablar de los olores sabrosos de la mañana, cubriendo el suelo y las plantas con una fina capa de la brisa que viajó del mar hacia el cerro atravesado, el canto del gallo que hace eco por toda la ciudad, alegrando la vida, el canto de los pájaros y el partir del aguerrido pescador que se hace la mar dibujando su silueta en las olas que apenas se levantan de la bahía, llevando consigo el pensamiento perdido en el compás que la proa de su barca marca al golpe del mar Bermejo, dormido, entregado a un sueño, envolviendo la perla que despierta suavemente con su costa espumada por el mar, regocijo de gaviotas y pelícanos en la algarabía de la merienda matutina, que vida, que hermosa vida, la del pescador que su trabajo es con el más benévolo de los patrones, “la naturaleza”, que se entrega a la pauta de las notas que salpican de tenue brisa sus brazos, que resuenan en los remos de su alma, que denotan la esperanza de su gente esperando la paga al fin de la jornada, desde el malecón se alcanzan a ver semianclados arrullados por las olas, arrojando sus redes con comparsa. El paseo matutino por el malecón o la visita al coromuel, al viejo coromuel, famoso por sus aires frescos en las tardes de verano, donde regularmente te encuentras a gente conocida, cuantas veces no vimos al Sr. Francisco King nadando en sus cristalinas aguas y después de salir y secarse, dar los buenos días con esa voz melodiosa acompañada de añoranzas y perdida en mis recuerdos; irnos más atrás en el tiempo y ver esos cerros sin marcas blancas señal capitalista, de prosperidad o que se yo, husmear por sus laderas, esforzarse en subirlos con la única recompensa de ver el mar, el infinito mar, de repente la silueta de un delfín sobresale de las aguas, uno y otro se adentran en la bahía para acompañar luego a los botes de vela que lentamente salen en busca de paz, de esa paz que se respira cuando esta sobre el mar bermejo.

 

Inolvidable mi ciudad, historias engarzadas con verdades o mitos nunca revelados, que la nimita a un lado de la Morelos, que la vieja perla de La Paz, las renombradas tiendas de los Unzón, los almacenes metralla, con sus inolvidables cobradores, el taconazo, el centro comercial californiano, y muchos otros negocios que alguna vez visitamos y que algunos todavía sobreviven al imperio de las cadenas comerciales, los que si ya desaparecieron o quedan olvidados en alguna esquina los famosos changarritos, don beto, la siempre viva, la esperanza, el tirunfo, don chavalito, aquel famoso por sus ricas tostadas de chile elaborado con el agua pura de la llave y nunca nos enfermábamos, pero ahora que tal, dios guarde si nos atrevemos a tomar agua de la llave, primero decimos, que mala sabe y después psicológicamente enfermos de la panza por unos días, que, ya no nos acordamos, que cuando niños abríamos cualquier llave que aunque nos supiera a cobre, que rico nos pegábamos a la salida del agua que nos refrescaba después de jugar por largo rato a los encantados bajo el sol veraniego, o aquel negocito mal formado que en navidad vendía con o sin permiso desde luces de bengala hasta los más poderoso cohetes de hace alguno años, como nos divertíamos jugando y corriendo, ahora, decimos que calor, y no aguantamos un minuto sin el aire acondicionado, pero ¡ah! Que hermosa Paz de antaño; nos interrumpe la señora, abran campo por que ahí les van unas tortillas de harina con chopito pa´que sigan recordando cuando torteadas las gorditas, se aventaban al comal retorcido de la hornilla, y muévele chamaco traete otro leño pa´que queden como le gustan a tu padre, chapeaditas bien cocidas, manea un poquito los frijoles con una cucharada de la kuino, por que si señores, algo de cocinas se y las de palma con hornillas, son las mejores, con recuerdos guardados en sus paredes de vara o de madera, lugar apretadito de reunión, donde todo era un son desde la piedra fijada en un horcón, donde se molía la carne seca y asada en el fogón para la machaca, hasta las ollas tiznadas por el humo de la hornilla, el mover del pozole o el menudo o simplemente las tortillas apiladas sobre una mesita guanga con decenas de clavos pasada de generación en generación, pero eso, será historia de otro día.

lunes, 9 de marzo de 2009

DE MI COSECHA

Buenos días tengan todos ustedes, hago la presentación de esta sección de mi propia autoría, animado por algunas compañeras de la escuela y dedicado para ellas, especialmente a América Díaz, espero sea de su agrado y estaré en la medida de lo posible escribiendo regularmente asuntos generales, espero les guste, aquí dejo el primer aporte:

UN PEQUEÑO PASEO Y EN DOMINGO.

Que rico despertarse en domingo, asomarse por la ventana y ver un día parcialmente nublado, fresco, con un viento leve que recorre acariciando la copa de los árboles; llama el día al paseo, costumbre adquirida de los padres, tradición o deseo de retirarse lo más que uno pueda de las tribulaciones diarias del trabajo y los problemas cotidianos, cargamos nuestro vehículo con lo necesario y nos disponemos a librarnos de las ataduras diarias de esta vida “moderna”, ya el tomar la carretera nos da una tranquilidad, con gran sorpresa veo que no soy el único con ese deseo sano de alejarnos de la ciudad, el tráfico se acentúa en la salida hacia el sur, pocos los que entran muchos los que huimos, apenas el sol despunta sobre las cumbres borrosas todavía por la brisa matutina de los cerros, cálido con sus rayos, benévolo con su calor , el sonido del radio se opaca con el romper del aire sobre una capota suave que con su característico ruido me dice que nos movemos, a los pocos kilómetros ya se siente el aroma de nuestro campo, a mautos y romerios, que todavía se conservan verdes por las brisas y serenos matutinos, me envuelve un sentimiento de libertad, ahora solo soy yo, mi auto y ese esplendoroso paisaje, mi imaginación vuela mas alto que gorriones, cadernales y calandrios que musicalizan el entorno, las nubes caprichosas envuelven las puntas de las sierras mas lejanas, ah! Que hermoso es mi campo sudcaliforniano, se llenan mis pulmones de ese aire tan fresco y de aromas mis sentidos que calman la ansiedad vivida por el tumulto diario de la ciudad; con el paso de los minutos y los kilómetros me siento mas relajado, ahora quiero llegar a un lugar, el mismo u otro, no importa ya me siento en mi tierra, si “pata salada” con orgullo, paceño, sudcaliforniano. Al fin, esa carretera me lleva a unos kilómetros no muy lejos, 50 tal vez, después de una curva en subida resurge inmaculado un poblado, en el oasis verde del monte arremolinado, yergue caprichosa la grandiosa chimenea, que por mas de 100 años se mantiene firme al tiempo y los recuerdos, un bao colorido sale de los techos de las casas, acompañado del aroma de la hornilla, al café de la mañana, he venido una y mil veces al mismo lugar y parece que es la primera, lo he recorrido palmo a palmo y no me canso de gozarlo, me asomo por el puente a un lado de la iglesia y siempre encuentro algo nuevo, me remueve el sentimiento y el recuerdo me acompaña, pues el pueblo nativo de mi padre es sin duda ejemplo de su nombre, el triunfo, me atrae cual tesoro a los piratas, historias de bonanzas y cultura, ese olor a todo que se mezcla, mis pasos me llevan casi en automático, me asomo hacia la hornilla y el saludo ¡buenos días! Sonoro y amigable, de la triunfeña que arroja pausada y rítmicamente las tortillas a un comal que por viejo no ha dejado de ser el preferido en la cocina, al remover la leña cuenta y asegura, este año no ha hecho tanto frío como aquellos que vivimos hace algunos, cuando el agua en la mañana tenia una capa de hielo bien formado que hacia falta quebrarlo para alimentar la olla ya tiznada y hacer el clásico café, del bueno, que “la negrita” ni que nada, este si es el verdadero bajacaliforniano, de grano bien tostado; “y que le servimos”, Mmm…. Pues que ha de ser, mis preferidas unas quesadillas especiales, que de especiales tienen solo el sazón de esa leña conseguida allá en el cerro, de mezquite o que se yo, y un puño de machaca con cebolla y su chilito, ¿de harina, las tortillas? Pues ya que, claro que si, acompañadas de un frijol tan rico y un pedazo de queso regional, del que hacen de las vacas que pastan en el arroyo y cada mañana ordeñan artesanalmente, de tomar… pues claro un tarrito de café, mientras saboreo lentamente el desayuno los ruidos del poblado me atrapan, el aire los lleva de lado a lado, el pasar de los autos distrae un poco mi atención, sin embargo mis ojos se llenan de tan colorido lugar y las platicas que van y vienen del lado de la hornilla, que revises los tamales, dale vuelta al menudito, el café esta caliente, los frijoles se cocieron, ¡ah! Que rico lugarcito, me siento como en casa, me resurge el sentimiento como cuando en esas noches de frío y nosotros pequeñitos, nuestros padres nos tapan amorosos con una cobija que reconforta nuestro cuerpo; vale la pena escaparnos un ratito de la ciudad y llegar a ese, o a cualquier otro lugar, que nos haga sentir nuestro campo y nuestra gente, como olvidar esas platicas con un desconocido, con la señora que hace las tortillas, con el hombre que como yo asoma su vista tras el monte con el único deseo de encontrar a nuestra TIERRA SUDCALIFORNIANA.

miércoles, 4 de marzo de 2009

CUBA, LA BELLA

Hacía ya tiempo y entre semana, que no había visto tanta personas reunidas en el jardín Velasco y eso a pesar de que soplaba un vientecillo fresco que obligó al uso de ropas de invierno. Y todo con tal de escuchar a un grupo musical de Cuba que se hacen llamar “Jóvenes clásicos del Son” los que, durante una hora deleitaron –y pusieron a bailar—a gran parte del público presente.


No cabe duda que la música cubana es contagiosa, porque los paceños un tanto apáticos para estos espectáculos, respondieron con entusiasmo las interpretaciones de este magnífico conjunto, premiándolos con aplausos y voces de alegría. Ahí vimos niños, muchos jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, unos sentados y la mayoría de pie, escuchando atentos la música de esa isla caribeña, tan ligada a los sentimientos de los mexicanos.


Llamó la atención como en cada uno de los intermedios el conductor del grupo hacía alusión a su nacionalidad y las ligas emocionales que los ligan a nuestro pueblo. En una ocasión se refirió a Martí, el héroe cubano y poeta de reconocimiento universal, sacrificado en aras de la libertad de ese país. En otra, elogió a los mexicanos y, en especial, a los de Baja California—sin el Sur—y a los habitantes de La Paz, por su reconocimiento a Cuba y a su música.


De años atrás el nombre de ese país guarda un lugar especial en Sudcalifornia. En La Paz, por ejemplo, existió a mediados del siglo pasado un barrio conocido como “la isla de Cuba” localizado entre las calles 16 de septiembre y Guillermo Prieto. En una de las esquinas estaba una tienda propiedad de un cubano que se llamó Marcos Pardo Uribe y toda persona que buscaba alguna cosa le decían: “en la isla de Cuba puede encontrarla”.


Por otro lado, en la población de Todos Santos era tradicional que en la época de la molienda de la caña, además de las melcochas, alfeñiques y el sabroso guarapo, se elaboraran unas panochas de regular tamaño que eran conocidas como “cubanas”, de delicioso sabor. El porqué del nombre ya se lo imaginará. Pero además, en Puerto Adolfo López Mateos, en el municipio de Comondú, existe una escuela primaria que lleva el nombre de “República de Cuba” fundada en el año de 1968. Y allá, en el poblado de La Purísima existe un barrio conocido como Cuba, aunque su nombre es Carambuche. Cuando estaba en su apogeo la revolución cubana con el comandante Fidel Castro al frente, en ese lugar vivía un tío del profesor Félix Mario Higuera Arce llamado Basilio Higuera Higuera quien tenía como característica una larga y abundante barba como Fidel, y por eso a ese barrio se le conoció como Cuba.


Cuba siempre nos trae recuerdos agradables sobre todo por su música y su poesía, aunque también tiene sucesos que tienen que ver con su independencia y soberanía que nos hacen pensar en José Martí, en Fidel Castro y el Che Guevara. En sus renovados esfuerzos por lograr el progreso de su pueblo en todos los órdenes como la educación y el deporte en los que ocupan primeros lugares en Latinoamérica.


Por eso, antenoche que escuchábamos a ese grupo de jóvenes cubanos interpretar los sones que han hecho famosa la música de la isla, además de los otros géneros más conocidos como el changüí, el bolero y la guaracha, y observar a los cientos de personas que asistieron al espectáculo, no puede menos que pensar en la fuerza que tiene la música como vínculo que enlaza los corazones y como sembradora de amistad entre todos los seres humanos.

Fuente: libro  Crónicas: La Paz y sus historias.