jueves, 2 de abril de 2009

LA HUERTA DE CORNEJO Y OTRAS HISTORIAS

La actividad comercial se ha incrementado en estos últimos años en la ciudad de La Paz. Pero nos compete hablar de la segunda tienda Ley, que se construyó en una manzana del centro de la ciudad que fue propiedad del señor Miguel L. Cornejo González, sobre la avenida 5 de Mayo, a la altura de la escuela primaria Simón Bolívar.


Durante muchos años esa manzana estuvo protegida por una barda de ladrillo de unos tres metros de altura que impedía ver lo que había en su interior. Por el lado de la calle Héroes de la Independencia existía un amplio portón que siempre permanecía cerrado, así es que los transeúntes, sobre todo los niños y los jóvenes ignoraban en que se utilizaba tanto terreno.


Allá por los años treinta del siglo pasado, cuando los años eran “muy llovedores”, existían varias huertas frutales en nuestra ciudad, pero las más conocidas eran las de las familia Cabezud, la de los Cuatro Molinos y la huerta de las Tullerías, sobre la calle 5 de mayo. En esta última que ocupaba la manzana a que hacemos referencia, se producían mangos, naranjas, limones, guayabas, y como en ese entonces no se había construido la barda, en épocas de cosecha los primeros en saborear las frutas eran los chamacos del barrio—y uno que otro adulto—quienes saltándose el cerco, se apoderaban furtivamente de lo mejor de la producción. Dicen que ni los mangos “poposagua” perdonaban.


Desde luego a varios de los incursionistas no les iba muy bien, sobre todo si eran sorprendidos por el dueño, quien después de una regañada y uno que otro coscorrón, les decía: --“ si quieren comer mi fruta vayan y cómprenla en el malecón”. Y es que el señor Cornejo—comerciante al fin—en esa temporada todos los más de los días colocaba unas mesas en la banqueta de su casa, en las que vendía las frutas de su huerta. De todas maneras los “pizcadores” seguían haciendo de las suyas.


Recuerda el profesor Alejandro Amador Amador, que la barda se comenzó a construir por el año de 1935 pues él, siendo niño, trabajaba en la huerta donde le pagaban cincuenta centavos al mes, la comida y la escuela.  Ah, y además, toda la fruta que pudiera comerse.


Años después, cuando el problema del agua se agudizó, la huerta fue desapareciendo, los árboles frutales languidecieron y poco a poco murieron. Lo mismo pasó con las otras huertas, entre ellas la de los Cuatro Molinos, llamada así por que ocupaba cuatro manzanas y en cada una había un molino de viento. Para no desperdiciar el terreno, el señor Cornejo acondicionó un establo el que por varios años surtió a los habitantes de La Paz de leche, quesos y mantequilla.


Don Miguel L. Cornejo es descendiente de una familia de comerciantes, pero también de políticos. Su padre, Miguel L. Cornejo Romero, fue jefe político del Distrito Sur de la Baja California en el año de 1914, apoyado por el Primer Jefe del gobierno constitucionalista, Venustiano Carranza. Como empresario en el negocio de las perlas compitió con otros armadores como Antonio Ruffo, Manuel Hidalgo y Gastón J. Vives. Por cierto, con este último tuvo diferencias por motivos comerciales que terminaron en un pleito callejero en el que Vives llevó la peor parte, ya que el primero se lo descontó sin decir agua va. Quizá por actuar con alevosía y ventaja, Cornejo fue sentenciado a seis meses de prisión por el delito de lesiones.


Pero la cosa no quedó ahí. Meses después, cuando se inició la revolución contra el dictador Victoriano Huerta, las fuerzas de Cornejo que apoyaban a Carranza llegaron a La Paz y al primero que persiguieron fue a Gastón J. Vives—de filiación porfirista—destruyéndole sus viveros de concha madre perla que tenía en la isla Espíritu Santo.


Recuerdos de nuestra ciudad que tienen que relatarse para que formen parte de la memoria histórica de sus habitantes.

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La tienda Ley, en la avenida 5 de Mayo

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