jueves, 18 de diciembre de 2008

EL COROMUEL

I

Después de haber soportado las fatigosas y largas horas de un día sofocante de calor, en que con el cuerpo en perezosa laxitud y en indolencia de ánimo sólo se apetece el reposo en cómoda silla mecedora o el vaivén suave de la hamaca, en que con un continuo abaniqueo se agita la enrarecida atmósfera que nos rodea para disfrutar apenas de ligerísima sensación de frescura; después de uno de esos días, decimos, de riguroso verano, con turbios y brumosos horizontes, con el sol de fuego que levanta reverberaciones de calor, como si fuese el suelo la cubierta de un horno en que las plantas de doblegan marchitas y ni el más leve soplo de viento viene a mover las hojas de los árboles, cuanto es grata la deliciosa frescura de ese vientecillo terrenal que sopla por el sureste, en las noches veraniegas de nuestra metrópoli californiana.
Cuando se escuchan los primeros susurros de las hojas de los árboles que adornan y sombrean nuestras estrechas avenidas, anunciando con su alegre agitación la llegada del viento que ennegrece a lo lejos la quieta superficie del mar al rizarle con su soplo, se oye exclamar por todas partes, con acento de la más satisfactoria alegría: -¡ El coromuel, ya llega el coromuel!- Y los habitantes de esta simpática población abandonan la insoportable atmósfera de sus habitaciones, y los grupos se forman en plena calle, a la orilla de las aceras y en coros animados que ríen y charlan con el mayor contento, o van a disfrutar de ese agradable céfiro en el muelle del puerto, donde se contempla el sol en el ocaso, coloreando con variados juegos de luz esos espléndidos celajes, que embellecen este cielo tropical.
Es pues el coromuel, deliciosa brisa con que la naturaleza ha privilegiado, en nuestras costas del Pacífico, este puerto de La Paz, y que con su consoladora frescura hace tan agradables y anheladas las noches de esta estación. Debido a condiciones topográficas de la localidad relacionadas con leyes físicas que no son del caso, tiene este viento la notable particularidad, además de su regularidad vespertina, que sólo cubre una zona determinada, dentro de la que se encuentra La Paz y por el mar no pasa del canal de San Lorenzo. Al escuchar el forastero ese exótico nombre del viento investiga en el acto su origen, y se satisface su natural curiosidad con la siguiente tradición:

II

Un día, allá a principios del siglo XIX, los diez o quince habitantes a que se reducía la población de La Paz, se hallaban reunidos frente a la casa única que entonces existía llamada la Casa del Rey. Contemplaban con gran sorpresa e inquietud un barco, que cual misterioso aparecido amaneció fondeado en el puerto, sin que se supiera por donde ni a que hora había sido su arribaje.
En el aislamiento e incomunicación en que aquella gente vivía en ese apartado suelo, la presencia del buque fue un acontecimiento impresionante por lo extraordinario.
--¿Qué buque será? ¿De dónde viene? ¿Qué vendrá a hacer?
Estas preguntas se repetían en voz baja, sin que nadie pudiera contestarlas por mas conjeturas que se formaran, apurando los esfuerzos de una imaginación exaltada por el temor de la desconfianza.
Lo único de que pudieron darse cuenta, gracias a una anciana que mal deletreaba, fue que el buque se llamaba “El Cromwell” por que así se leía en grandes caracteres por babor y estribor de su proa; nombre que por su difícil pronunciación fue transformado desde luego en el de Cromuel y, poco a poco después, en coromuel. El buque permaneció en completo aislamiento; nadie de a bordo vino a tierra, ni nadie de tierra se atrevió a ir a bordo.
Dos días después de su arribo y poco antes de obscurecer y comenzara a soplar la fresca brisa del sureste, echó al agua un bote que salió al mar. Al día siguiente a la misma hora salió a la mar otro bote; y así en lo sucesivo botes iban y botes venían aprovechando aquel vientrecillo vespertino, con tal regularidad que poco a poco las gentes que desde tierra estaban en constante acecho de cuanto en el buque pasaba, luego que comenzaba a soplar, se decian unas otras: “ya viene el viento del coromuel”, y como si se tratara de la cosa mas novedosa e interesante, abandonaban sus ocupaciones y permanecían viéndolos hasta que se perdían a lo lejos de la costa, entre las obscuridades de la noche.
Aquella extraña reserva que guardaban cautelosamente a bordo, mantenía viva la curiosidad insatisfecha de los habitantes del puerto, quienes dispuestos por su sencillez e ignorancia a ver lo sobrenatural, lo pavoroso en todo lo que no podía explicarse, se
suponían y comentaban mil cosas diabólicas, algo de fantasmas y de hechicerías que pasaban en el misterioso buque, cuyo mal pronunciado nombre corría de boca en boca, despertando cierto temor supersticioso.
Al cabo de un mes de haber permanecido en el atracadero, el Coromuel, que con tal nombre lo seguían llamando, izó sus velas y se alejó del puerto sigilosamente, sin que volviera a saberse nada de él.
Pero al año siguiente, cuando las brisas del sureste comenzaron a refrescar las tardes de verano, se avisó en el horizonte, llegó otra vez a fondear en aguas de La Paz, y como en el año anterior, estuvo incomunicado con tierra y despachando sus botes al atardecer.
Al tercer año, con los primeros soplos del vientecillo de que hemos hablado, vino a los habitantes paceños el recuerdo del mismo buque.--¡ Ya viene el Coromuel—se dijeron. Y positivamente, a poco echaba anclas en el fondeadero.

III

Mientras los habitantes de La Paz no podían darse cuenta de lo que el Cromwell venía a hacer a estas costas, una tarde de ese último año mencionado, el capitán y el contramaestre, recargados en la borda de popa y contemplando maravillados uno de los bellísimos crepúsculos por los que se singulariza este admirable cielo californiano, tuvieron la conversación siguiente:
--Por cierto—dijo el contramaestre—esto de venir a hacer excavaciones tan aventuradamente en estas playas desiertas y gastar tiempo y dinero no es cosa de alabarse.
--Tienes razón—dijo el capitán—pero ésta será la última vez que lo hagamos.
--En fin—dijo su interlocutor—supongo que debe haber alguna indicación en donde pueda encontrarse el tesoro.
Entonces el capitán le refirió:
--“Algunos años después de la conquista de México, uno de los piratas ingleses que invadieron el Océano Pacífico y se refugiaron en las costas de esta península, capturaron cerca de Cabo San Lucas uno de los galeones de Filipinas, y entre el botín entregado a dos de los piratas encontraron un documento en que se revelaba la existencia de un tesoro oculto en cierto lugar de la
“Ensenada de Muertos”. Pero solos y sin recursos no pudieron quedarse a buscarlo, mas en una región desconocida y habitada por tribus salvajes. En un principio pensaron comunicar su hallazgo a algunos compañeros, pero comprendiendo que nada lograrían con eso, resolvieron volver cuando tuvieran los medios necesarios. Pero de inmediato surgió la dificultad de quien de los dos conservaría el documento. Por muchos años los había unido una amistad íntima que como hermanos se trataban, pero como cierzo que agosta el corazón de todo sentimiento noble y generoso, se desconfiaron mutuamente, y pretextando que podía morirse alguno de ellos o verse obligados a separarse, pensaron asegurar cada uno lo que le correspondiera”
“Después de meditar largamente como zanjarían aquella dificultad, convinieron en dividir el documento en dos partes. De tal manera pensaron para sí, uno sin el otro no podrá venir en busca del tesoro.”
“Ya en Inglaterra se separaron con el propósito de procurar cada uno los medios para volver a la Nueva Albión, como por algunos años se llamó a esta península, y apoderarse del tesoro. Pero a pesar de sus esfuerzos no lo lograron y se resignaron a vivir en la mayor de las pobrezas. Uno de ellos murió al poco tiempo y la parte del documento que le pertenecía se fue trasmitiendo a sus sucesores hasta llegar a poder de mi esposa. Inútiles han sido mis pesquisas para encontrar la otra parte; sin embargo resolví al fin venir a buscarlo, pero creo que no será posible por los datos incompletos que poseo. Así es que nos iremos para no volver más”.

IV

Pasados algunos días de esa conversación, algo extraordinario que pasaba en el barco en altas horas de la noche despertó a los pobladores de La Paz. Se alcanzaba a escuchar un exaltado vocerío, gritos aislados, estruendos de cadenas, luces que se movían rápidamente en todas direcciones, lo que hizo creer que el buque se preparaba para zarpar, pero no era eso, sino que parte de la tripulación se había amotinado dirigiéndose a la cámara del capitán para asesinarlo; pero este bravo marino, fuerte como un ballenato, repelió la inesperada agresión. Cuando estaban a punto de derribar la puerta del camarote, otro grupo de leales se enfrentó a los revoltosos dominándolos, entre ellos al cabecilla.
Al día siguiente, ya restablecido el orden, entre las cosas que se recogieron pertenecientes al promotor del motín, el capitán encontró con grandísima sorpresa, el otro pedazo del documento que hacía falta para dar con el tesoro.
Enseguida el buque se hizo a la mar, y pocos días después pescadores de la zona encontraron en la “Ensenada de Muertos” grandes excavaciones y dentro de ellas restos de baúles y cinchos de fierro enmohecidos.
El Cromwel ya no volvió a aparecer en estos mares, pero su alterado nombre había pasado a ser el de la brisa vespertina, cuya deliciosa frescura hace tan agradables las noches de esta ciudad de La Paz.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

LA ISLA CALIFORNIA

Mucho años atrás, antes de ubicarse California en la historia y en la geografía del mundo, su nombre ya rodaba envuelto en penumbras de leyenda y en humo de fantasía. Un historiador mexicano escribió lo siguiente: “ Desde las nebulosidades de su prehistoria, Baja California, la tentadora, no ha dejado un solo instante, a través de los siglos, de embrujar a los hombres con su inexplicable y fuerte hechizo...”


En 1510, en el libro “Las Sergas de Esplandián” escrito por Garcia Ordóñez de Montalvo, aparece por primera vez la “isla California” que estaba habitada por mujeres y con una reina llamada Calafia. En la isla, además, había abundancia de oro que lo utilizaban para forjar sus armas. Un fragmento del capítulo CLVII del libro dice:
“Quiero agora que sepais una cosa la mas extraña que nunca por escriptura ni por memoria de la gente en ningún caso hallar se pudo, por donde el día siguiente fue la ciudad en punto de ser perdida, y cómo de allí donde le vino el peligro, le vino la salud. Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las amazonas era su estilo de vivir. Estas eran de valientes cuerpos y esforzados y ardientes corazones y de grandes fuerzas; la ínsula en sí la mas fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba; las sus armas eran todas de oro, y también las guarniciones de las bestias fieras en que, después de haberlas amansado, cabalgaban; que en toda la isla no había otro metal alguno...”


Los romances y los libros de caballerías de esa época formaron parte de la forma de ser del pueblo español y lo impulsó para grandes hazañas y acciones heroicas. Pero también fueron un acicate para su imaginación y anhelos de aventura. En los libros encontraron las fantasías que esperaban hacer realidad: Nuevas tierras que descubrir, ínsulas maravillosas llenas de riqueza, ciudades fantásticas, los gigantes, los grifos, las serpientes aladas, las atrevidas amazonas.
Por eso, desde que Cristóbal Colón llegó a América en 1492, se comenzó a hablar de la existencia de una isla poblada únicamente de mujeres, idea que compartían todos los marinos y soldados que lo acompañaron en sus cuatro viajes. Después, cuando Hernán Cortés se apoderó de Tenochtitlan, en 1521, y se incrementaron las exploraciones por la nueva tierra conquistada, la idea de una isla llena de riqueza y de mujeres estuvo latente en la mente de los aventureros españoles.
Cortés tuvo noticias de la existencia de esa isla, por boca de uno de sus capitanes quien le refirió “que los señores de la provincia de Giguatán, que se afirman mucho haber una isla toda poblada de mujeres, sin varón ninguno, y que en ciertos tiempos van de la tierra firme hombres, con los cuales han acceso, y las que quedan preñadas, si paren mujeres las guardan, y si hombres los echan de su compañía; y que esta isla está diez jornadas de esta provincia, y que muchos de ellos han ido allá y la han visto...”
Con estos informes, Cortés preparó varias expediciones y una de ellas, por azar, llegó a las costas de esa tierra anhelada. Para muchos marinos y soldados esa fue California, aquella a la cual se refería las Sergas de Esplandián, con sus amazonas, su reina Calafia y sus riquezas. Y por muchos años, esa tierra descubierta fue considerada como isla.


Fue hasta el siglo XVIII, después de varias exploraciones al norte de esta región, cuando se supo con certeza que ésta no era isla sino península, acabando así con ese mito iniciado en el siglo XV con la publicación del libro de caballerías de Ordóñez de Montalvo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE

Murió cuando menos lo esperaba, ahora que se había hecho el propósito de cambiar su forma de conducta. Murió y en su velorio estuvieron ausentes los amigos pues no los tenía, y sus familiares no asistieron ya que hacía tiempo que lo habían desconocido precisamente por su original pero reprobable estilo de vida que llevaba.
Yo lo conocí muchos años atrás, quizá unos treinta, cuando ya el vicio del alcohol se había apoderado de él. Vecino del barrio donde hemos vivido siempre, habitaba una modesta vivienda en compañía de su madre, una tierna viejecita que le perdonaba todo y lo protegía dándole abrigo y alimento. Cuando ella murió, víctima más del sufrimiento por el hijo descarriado que por las enfermedades, el terreno y la casa que ocupaban fueron vendidos, y a partir de ese entonces vivió errante, durmiendo donde se le hacía noche, malcomiendo, pero siempre con los efectos del licor en su cuerpo.
Cuando nos encontrábamos, invariablemente me suplicaba: -Jefe, ¿No tiene dos pesos que me preste? Y yo, a sabiendas que los utilizaría para continuar con su vicio, le entregaba algo de dinero. En ocasiones, cuando la “cruda” le era insoportable, me pedía un poco de licor y la recompensa era una sonrisa de agradecimiento. Y se alejaba calle abajo, por toda la 16 de septiembre, en un caminar sin ilusiones, con su malestar a cuestas.
En sus momentos de sobriedad era un conversador ameno, afecto a recordar pasajes de su vida, como cuando fue boxeador o las temporadas en que trabajó en barcos pesqueros. Había que tener paciencia en escucharlo, sobre todo por que en esos momentos de lucidez mostraba la otra cara de su personalidad. Y porque, además, daba pie a la pregunta: -¿Cómo ayudar a esta clase de personas para alejarlas del vicio? Frente a nosotros, con su mirada pícara, su cabello ralo y decentemente vestido, era la antítesis del borrachín sucio y maloliente en que se convertía por causa de las bebidas embriagantes.


Con el paso de los años, Mario “El parara” se fue degradando más y más y su presencia en la cárcel fue una cosa común. Pero como su delito era ser un vicioso consumado, a los pocos días ya estaba de nuevo pidiendo limosnas para continuar tomando. En una ocasión, cuando andaba perdido de borracho, unos bromistas lo embadurnaron de aceite quemado y durante varios días asustó a los niños del barrio con su presencia. Pero a él no le importaba; el alcohol borra todo vestigio de decencia y de vergüenza.
Hace escasamente un mes lo encontré frente a BANCOMER, sobrio y con unas franelas bajo su brazo. Al verme se acercó solícito pidiéndome autorización para limpiar mi carro. Al ver mi cara de interrogación, me explicó:- Hace tres meses que dejé la bebida y ahora me gano la vida con este trabajo—Al verlo ahí, con su sonrisa bonachona, pobre pero limpiamente vestido, desee para mis adentros que ojalá y durara su redención.
El día primero de este mes, en el cruce de dos calles de gran tráfico, Mario fue atropellado por un vehículo. Se atravesó imprudentemente y no hubo tiempo de evitar el accidente. Al día siguiente murió en el hospital Juan María de Salvatierra, a causa de un traumatismo craneoencefálico severo. Al fallecer tenía 52 años de edad, una larga e inútil vida echada a perder por el alcoholismo. Y lo que son las cosas: lo que no le pasó cuando deambulaba con los humos de la embriaguez, le sucedió cuando estaba sobrio. Pero así es el destino de cada quien.

Mario “El Parara” quizá no merezca el recuerdo que hacemos de él. Su existencia fue un desperdicio porque no aportó nada a la sociedad. A menos, claro, que su presencia haya servido para mostrar a los jóvenes los caminos equivocados que se deben evitar, como son los que llevan a los vicios del alcoholismo y la drogadicción.

Extraído del libro "Crónicas: La Paz y sus historias" de: Leonardo Reyes Silva

martes, 2 de diciembre de 2008

EL ULTIMO FUSILAMIENTO

Los viejos muros del edificio del cuartel "Pineda", que cayeron bajo el golpe de la piqueta, dando paso al mercado "Francisco I. Madero" de La Paz, fueron mudos testigos de cientos de fusilamientos de enemigos e insurrectos, en la vorágine de los movimientos armados de poco más de un siglo que finalizaron al triunfo de la Revolución de 1910.

El cuartel estaba ubicado en al esquina de las calles Tercera (conocida también como "Parroquia" y "Velasco") que actualmente recibe el nombre de Revolución de 1910 y Santos Degollado que ya se llamaba así desde mediados del siglo anterior.

Resulta interesante resaltar el último fusilamiento, ocurrido cuando ya las convulsiones revolucionarias se habían apagado y todo en nuestra entidad era paz y armonía. En virtud de un decreto del señor Presidente Adolfo de la Huerta (que conocía la península), en Baja California Sur los ciudadanos pudieron acudir a las urnas electorales para elegir de una terna, al gobernador de la entidad. En aquel experimento democrático triunfó en forma arrolladora el señor Agustín Arriola Martínez. Corría el año de 1920.

A pesar de la claridad del resultado de la elección, hubo un movimiento de sedición entre algunos militares (reductos Huertistas), en oposición de las ordenes del comandante de la tercera zona militar, Gral. Francisco D. Santiago, que había entregado pacíficamente, sin problemas, el poder al gobernante electo y había aceptado el mando militar de un gobierno legítimo surgido del pueblo sudcaliforniano meses antes.

Octavio Amador Llorente, Saturnino Romero Leyva Y Espiridión Cota Menchaca, oficiales del 25/o. batallón de infantería, encabezaron el movimiento sedicioso, pero fueron delatados a tiempo y el General Santiago implementó una estrategia para hacer fracasar el movimiento que pretendía derrocar violentamente, a sangre y fuego, a don Agustín Arriola, el gobernador.

La noche anterior al planeado por los cabecillas para hacer brotar el movimiento antigobernista, gente leal al Gral. Santiago dice "simpatizar" con el motín antiarriolista y acude a Esperidión en busca de oportunidad para sumarse a sus efectivos. Una vez dentro de la planeada revuelta, aquellos soldados leales a su comandante indagan todos los detalles y se enteran del sitio donde está el armamento y la cantidad de soldados involucrados en el asunto, informan de todo ello a las autoridades de la Tercera Zona Militar y por la mañana se desmantela el movimiento y son aprehendidos todos los rebeldes golpistas.

Al saberlo, el gobernador del territorio deja en manos del General Santiago el problema, aduciendo que su gobierno no quiere mancharse de sangre ni culpable ni mucho menos inocente.

En un texto enviado ese día al comandante, el gobernador asienta de puño y letra: "....al enterarse el Ejecutivo de la asonada que se pretendía en contra del gobierno legítimamente constituido, ruego a Su Señoría eximirme del delicado compromiso del castigo a los insurrectos, ya que mi gobierno ni hoy ni nunca jamás se verá empañado en su estructura por la sangre de nadie, sea o no culpable. En consecuencia, dejo a usted en disposición para que aplique, si lo juzga oportuno  necesario, el castigo a que se han hecho merecedores al no acatar las disposiciones de disciplina y atención a las órdenes puramente militares emanadas de sus jerarquías y que tengo entendido y comprobado, no han sido acatadas y obedecidas de conformidad con el código militar vigente. Ruego a Su Señoría informarme, de todas maneras, de lo que acontezca sobre este particular. Atte. A. Arriola M. Rúbrica".

Días después, los culpables son llevados a juicio militar ante un tribunal y después de cansadas sesiones, deliberan y sentencian tanto al cabecilla Amador como a sus principales correligionarios, a ser llevados al paredón, ejecución que se programa para la madrugada del día 2 de Marzo de 1922.

La mañana del día señalado para la ejecución, un sacerdote acude a recibir la confesión de los tres militares sentenciados y, como gracia especial, se les permite la visita de sus angustiados familiares, antes de marchar al paredón de fusilamiento. Dos abogados y algunos familiares de los reos acuden al callejón del Comercio (actual callejón Carlos M. Esquerro) a obtener el acostumbrado indulto del Gobernador de la entidad. Este magnánimo y respetuoso de la vida humana, lo expide y firma, suplicando a su amigo antecesor Gral. Santiago, el perdón para los inculpados. Circunstancias curiosas impiden que el documento llegue a tiempo a manos del comandante de la tercera zona militar. Era un día lluvioso y por la calle 16 de Septiembre, donde despacha el General Santiago, se desliza impetuoso hacia el mar un insalvable torrente de aguas broncas que arrasan todo a su paso. En tanto manos piadosas ayudan a los abogados y familiares a cruzar las procelosas aguas de la calle, en el cuartel Pineda los reos marchan al paredón.

Cuando mojados y corriendo llegan los familiares ante el General Comandante con el documento enviado por el gobernador, los insurrectos han sido ya acribillados a tiros de máuser por el pelotón que ha cumplido su macabra tarea. Ante el azoro de los vecinos y curiosos que se arremolinan para ver por el zaguán principal (saturado de rendijas) la ejecución. Los cadáveres son recogidos por la tropa y después entregados a sus familiares y abogados, para que sean velados y llevados al cementerio.

Así termina el pretendido movimiento sedicioso contra el gobierno sudcaliforniano. Sería esta la última ejecución que registran los anales de la historia en Baja  California Sur. EL sitio exacto de la ejecución comentada, como de todas las anteriores, es la zona del mercado donde se ubican los expendios de carnes.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

LAS CARTAS DELATORAS

Una carta escrita en 1885 por un jefe indio al presidente de los Estados Unidos me hace recordar otras, que en distintas circunstancias y fechas, han sido portavoces de las injusticias que se cometen en razones de las ambiciones de poder, de mayores riquezas y de actuar sin tomar en cuenta las opiniones ajenas.


En 1879, el general Manuel Márquez de León dirigió una carta al entonces presidente Porfirio Díaz en la que reprochaba su mala administración y le pedía su renuncia al cargo diciéndole: “ Si usted fuera el hombre honrado y patriota que yo me figuré en mi acalorada fantasía, tendría alguna esperanza de que, cediendo a la razón se retirara de la escena política sin ocasionar más desgracias...” Una fecha anterior, el día cinco del mismo mes, el general Márquez se había levantado en armas mediante el Plan Revolucionario de El Triunfo.


El escritor Gabriel García Márquez, con la calidad moral que le da el ser premio Nobel de Literatura, le dirigió una misiva al presidente Bush acusándolo de ser el instigador de la guerra contra Irak, pero además le recuerda la historia colonialista de los Estados Unidos y su intromisión, con afanes de dominio económico, en muchos países del mundo. En una de sus partes le dice: “ Hace casi un siglo que tu país está en guerra con todo el mundo. Curiosamente tus gobernantes lanzan los jinetes del Apocalipsis en nombre de la libertad y de la democracia. Estados Unidos no representa la libertad , sino un enemigo lejano y terrible que sólo siembra guerra, hambre, miedo y destrucción.”


La carta que mencioné al principio de esta crónica apareció en el resumen semanal de noticias de Tamarindo, Visión empresarial en Baja California Sur, y fue enviadapor el arquitecto Jacinto Avalos. En 1885, el gobierno de los Estados Unidos inició gestiones para la compra de las tierras que estaban en poder de las tribus indígenas, presionado por los grupos de colonos que se iban extendiendo por el centro y el oeste de ese país. Ante tal pretensión, el jefe indio Seathl de la tribu Owan le contestó al presidente Cleveland diciéndole, entre otras cosas:
“Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada espina del pino brillante, cada orilla arenosa, cada bruma en el oscuro bosque, cada claro y zumbador insecto es sagrado a la memoria y experiencia de mi gente. ¿Cómo se puede comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Nosotros sabemos que el hombre blanco no tiene nuestras costumbres, para él una porción de tierra es la misma que otra, por que él es un extraño que viene en la noche y toma de la tierra lo que necesita....Si nosotros vendemos a ustedes nuestra tierra, ámenla como nosotros la hemos amado, cuídenla como nosotros la hemos cuidado...”
Estos pensamientos expresados con un profundo y emotivo sentido de pertenencia fue un reclamo infructuoso, por que al fin las tierras les fueron arrebatadas a las tribus indígenas por las buenas o por las malas, después de guerras cruentas que diezmaron su población. Los pocos indios que quedaron fueron confinados en reservaciones donde vivieron—y viven—de la nostalgia por sus tierras perdidas.


Nostalgia como la que debieron haber sentido los pobladores indígenas de la Baja California cuando los padres jesuitas los encasillaron en las misiones con el propósito de educarlos y alimentarlos. Tristeza cuando esos mismos sacerdotes, obligados por las circunstancias, tuvieron que trasladarlos de una a otra misión, dejando atrás su habitat al que querían y protegían como parte de sí mismos.
Dicen que las enfermedades acabaron con los californios, pero no debemos descartar la posibilidad de que también se debió a la pérdida de su tierra tradicional, aquélla que por siglos les permitió vivir y la que, de pronto, la perdieron. Un sacerdote, Sebastián de Sistiaga, al oponerse al traslado de los nativos de una misión a otra, argumentaba que los californios “ eran naturalmente amantes de su tierra”. Pero como sucedió con el jefe indio Seathl, nadie le hizo caso.
Como quiera que haya sido, lo cierto es que la carta dirigida al presidente de los Estados por todo lo que tiene de amor a la tierra, debiera ser de lectura obligada para tanto sudcaliforniano, los ejidatarios entre ellos, que están enajenando su patrimonio a cambio de una riqueza momentánea.

lunes, 24 de noviembre de 2008

LA PERLA GIGANTE

Ningún historiador lo dijo nunca. En realidad, no existe historiador más importante que el decir tradicional, surgido de la entraña misma del pueblo, que defiende "su verdad" sin acudir a documento  alguno ni al rigor del método invocado por los profesionales de la investigación histórica.

La "great lemon" es la perla parecida a un limón, de más de una pulgada de diámetro, de oriente fulgurantísimo, que está engarzada nada menos que en la corona real de Inglaterra, el Reino Unido y la Gran Bretaña y que fue expuesta al público la última vez, durante la ceremonia de coronación de su majestad la Reina Elizabeth II soberana actual  y líder espiritual de poco más de 200 millones de súbditos en toro el orbe.

Hagamos historia. La mañana del 10 de Agosto de 1883, los buzos de la empresa Ruffo y González, S. A., Juan Calderón Vacaseque y Antonio Cervera Cienfuegos, sacaron del seno de la bahía de La Paz, en un sitio cercano a la isla de San José, una ostra que en su interior crió una gigantesca perla, como se dijo antes, en forma de limón. Pulida hasta quedar bellísima, la perla fue dada a conocer  con el nombre  de "la Carmenaida" en honor de las señoritas Carmen y Adelaida Ruffo Santacruz, hijas del armador propietario ya de la joya.

Era una ciudad de La Paz pequeña y tan tranquila la de entonces, que durante muchos meses la perla estuvo expuesta en el lecho de su concha-madre en un aparador de la tienda de los hermanos Ruffo, para que los sudcalifornianos y los visitantes la vieran con admiración y respeto. 21 años después, el 4 de Abril de 1904, el pueblo sudcaliforniano se consternó con una noticia dolorosa: Carmelita Ruffo había fallecido, su hermana Adelaida la seguiría nueves años después, al morir el 15 de Julio de 1913, durante la convulsión regional de la Revolución Mexicana. "La Carmenaida" fue llevada a la ciudad de San Francisco, con la intención que fuera engarzada en un broche de la familia Ruffo, Don Antonio Justo Ruffo, que la llevaba consigo, era amigo personal del embajador inglés Sir Anthony Fein, representante del Reino Unido tanto en los Estados Unidos como en la República Mexicana, pues el ministro había visitado La Paz cinco veces y había sido huésped de las familias Ruffo.

Asombrado por la perla que le fue mostrada, Mr. Fein quiso comprarla al señor Ruffo, para obsequio del Rey Eduardo VII, sucesor cuatro años antes de su señora madre, la legendaria Reina Victoria, soberana inglesa durante 64 años.

Don Antonio Justo se negó rotundamente a venderla. Sin embargo, en uno de esos gestos que lo hicieron célebre, el empresario sudcaliforniano se empeñó en regalarla al monarca inglés, por conducto del mismo señor emabajador Fein. Cuando el Rey tuvo frente a sus ojos la colosal perla paceña, llamó asombrado a los joyeros del palacio. Estos determinaron, en consenso, que jamás ojos europeos habían visto joya tal. Una real comisión integrada por 5 ministros y 3 joyeros fueron una semana después a la ciudad de Florencia, en Italia, custodiando celosamente la corona y la perla que ya era llamada "Great Lemon" tanto por su tamaño como por su forma de limón. La perla fue engarzada en la parte frontal de la corona y a su alrededor se incrustaron 14 enormes diamantes en forma de lágrima a los que se llama "custodios".

A partir de aquella fecha, nuestra perla en forma de limón, nuestra legendaria "Carmenaida" ha sido lucida sobre las reales testas de Eduardo VII, a quien le fue obsequiada, así como la de su sucesor Jorge V el 1 de Mayo de 1910 en que fue coronado y el 12 de Julio de 1922, en la ceremonia especial de Proclamación del Estado de Irlanda, liberado de la tutela real desde ese histórico día.

el 2 de Mayo de 1936 llega al trono el controvertido rey Eduardo VIII, luciendo de nuevo la corona. Seducido por la rubia actriz norteamericana, la célebre bailarina Wally Simpson, el recién coronado monarca renuncia al trono y es declarado Rey su hermano Jorge VI y nuevamente lucirá la corona con la perla sudcaliforniana al frente. En 1952, al fallecer el rey, sube al trono su hija Elizabeth II (Isabel, para nosotros) y es coronada solemnemente. Por primera vez en la historia de la monarquía inglesa, la ceremonia es transmitida por televisión al mundo y nuestra perla la "Great Lemon" es admirada ahora por millones de espectadores.

viernes, 21 de noviembre de 2008

TODOS SANTOS UNA HISTORIA INTERESANTE

La primera vez que los pobladores de Todos Santos se enfrentaron a una fuerza enemiga fue en el año de 1822, cuando el almirante Thomas Cochrane a cargo de la escuadra chilena, mandó dos buques, el Independencia y el Araucano a recorrer la península de la Baja California. El primero llegó a San José del Cabo y el segundo arribo a las costas de Loreto, para comprar carne y otras provisiones.
El Independencia, al mando del comodoro Wilkinson, se apoderó de San José y tomó prisionero a don Antonio Quartara, que había sido gobernador del puerto de San Blas. Fue este señor quien les informó que en una bahía cercana se encontraba un bergantín que podía llevar la noticia a la contracosta de la presencia de los llamados corsarios. Ante este temor, el comodoro ordenó al teniente Jorge Campell, que con una partida de marineros se trasladara por tierra hasta llegar al lugar donde estaba la embarcación y la echara a pique.
Un grupo de todosanteños, al darse cuenta del daño causado al bergantín- don Manuel Salgado era el dueño- se enfrentaron a los intrusos matando a varios de ellos y a otros los hicieron prisioneros. De este suceso hay varias versiones, pero la que mas se acerca a la verdad es la que aparece en el libro ¨Los Insurgentes del Sur¨ de historiador chileno Carlos López Urrutia.


En 1842 vuelven nuevamente los pobladores de este pueblo a participar en una revuelta contra el gobierno del jefe político Luis del Castillo Negrete, quien había expedido unas disposiciones sobre la distribución de las tierras de la misión. En esa ocasión, el padre Gabriel González,acompañado de Manuel Márquez de León, José Matías Moreno, Felipe Montes, José Aviles y otros más, le presentaron batalla a las fuerzas del gobierno, pero fueron derrotados. En calidad de prisioneros fueron trasladados al puerto de Mazatlán.


Durante la invasión norteamericana a la Baja California, en los años de 1846 a 1848, la participación de los todosanteños fue muy significativa. Por un lado Manuel Márquez de León que combatió en le estado de Sinaloa y por otro, el P. Gabriel González a quien lo consideran como uno de los más ardientes defensores de la península. No obstante que después del 29 de febrero de 1848 se habían suspendido las hostilidades en base al Tratado de Guadalupe, los grupos defensores de nuestra soberanía continuaron luchando contra el enemigo hasta el mes de marzo de ese año.
Todos Santos fue la última población en rendirse, no sin antes presentarle una tenaz oposición a las fuerzas del coronel Burton y del capitán Naglee Allí fue capturado el P. Gabriel González.


Refiriéndose a este último combate, la historiadora Ángela Moyano Pahisa dice lo siguiente. Después de esta última campaña, las fuerzas norteamericanas regresaron a La Paz, el 12 de abril de 1848. La conquista de la Baja California había terminado. ¡ Necesitaron seis meses para doblegar a los patriotas de Baja California Sur ! Un ejército poderoso, con todos los adelantos de la técnica militar mal armadas...Seis meses fueron necesarios para conquistar Baja California Sur, una tierra paupérrima y escasamente poblada, pero cuyos habitantes eran fieros guerreros decididos a permanecer mexicanos...¨
Todos Santos ha estado presente en los momentos en que peligraba la soberanía y la paz de la Nación. Preparó sus armas en contra del filibustero William Walker, en 1853. Ofreció el ¨contingente de sangre¨ en la guerra contra los franceses en 1862, según lo atestigua el presidente municipal de ese entonces, Gregorio Villarino. Algunos de los ciudadanos enlistados fueron Atanasio Villarino, Victorino Legaspi, Avelino Cota, Pedro Amador, Benigno Avilés, Antonio Espinoza y 26 más.
En un párrafo de su comunicado, el señor Villalrino dice ¨Grande ha sido el entusiasmo con que esta municipalidad ha recibido la disposición de usted, y el corazón se conmueve de júbilo al ver retratado en los semblantes de todos el fuego del patriotismo y el deseo ardiente de no ser los últimos en tener la gloria de disparar sus fusiles sobre el enemigo invasor...¨

En el coloquio internacional ¨La Frontera, una nueva concepción cultural¨, organizado por la UABCS, Rossana A. Almada Alatorre presentó un ensayo sobre el imaginario colectivo de Todos Santos cultural que dará ¨como resultado la subordinación de la cultura local y de la jornalera a la del grupo que pretende consolidarse como élite local ( los norteamericanos ) ...¨
Varios indicadores se ponen como ejemplo de la investigación como la presencia de los extranjeros en la vida social del pueblo, el apropiamiento de los espacios céntricos, la compra de casas y terrenos y los negocios dedicados a la compraventa de bienes y raíces. A lo anterior habrá que agregar la influencia cada vez mayor del turismo norteamericano y europeo. El mismo ensayo aclara que la mayoría de los que viven en Todos Santos son personas jubiladas que buscan tranquilidad, sin los jolgorios de otras partes, como Los Cabos.
Llaman la atención las afirmaciones de la ensayista sobre todo en el caso de la subordinación cultural nacional a la extranjera. Se refiere seguramente a la enajenación cultural que se da cuando un pueblo no tiene raíces, que olvidó sus tradiciones y que aún no desarrolla o asimila otras en forma consistente. Cuando tales condiciones no existen, bien se pueden asimilar otras culturas y valorarlas adecuadamente. Yo creo firmemente que este es el caso de Todos Santos.
No podemos olvidar lo que es y ha sido esta comunidad sudcaliforniana. De sus apellidos tradicionales como los Salgado, Espinoza, Martínez, Villarino, Albáñez, Márquez, Domínguez, etc. De sus hombres distinguidos del pasado y del presente como el general Manuel Márquez de León, general Clodomiro Cota Márquez, General Melitón Albáñez y del mismo P. Gabriel González que aunque nació en España se identifica con este pueblo; de doña Dionicia Villarino, digna exponente de las mujeres de esta tierra. No podemos ni debemos dejar de mencionar a los hombres que en estas últimas décadas se ha distinguido en el servicio público como autoridades municipales, diputados y funcionarios del gobierno estatal como esteban Pérez Espinoza, César Moreno Meza, Jorge santa Ana González y Manuel Salgado Calderón. Y de los hacedores de la educación y la cultura como Néstor Agúndez Martínez, Oralia Fernández, Valente de Jesús Salgado Calderón, José salgado Pedrin y Heriberto Parra Hacke.


La identidad todosanteña va para largo. Mientras existan sus hermosas huertas, el teatro Manuel Márquez de León, su iglesia donde se venera a la Virgen del Pilar, el edificio de la antigua escuela primaria Melitón Albáñez hoy convertida en el Centro Cultural Siglo XXI, las sabrosas coyotas y las crujientes melcochas, Todos santos no debe temer al futuro. Sus hombres y mujeres, como en el ayer, defenderán lo que es suyo por que es el patrimonio de sus familias y es la herencia que dejarán a las futuras generaciones de sudcalifornia.

martes, 18 de noviembre de 2008

SANTA ROSA DE LAS PALMAS UNA MISION SUDCALIFORNIANA

Como ya ha sido una costumbre, los habitantes de Todos Santos se preparan para festejar el día de la Virgen del Pilar, la que desde 1749 es venerada en esa población. Eventos culturales diversos como a presentación de grupos artísticos, obras teatrales, conferencias, presentación de libros, exposiciones, con parte de las actividades que se desarrollarán en los días previos a este acontecimiento.
Coinciden estos festejos con el día de la hispanidad el día 12 de octubre y que nosotros conocemos como el descubrimiento de América, por Cristóbal Colón. A la virgen María del Pilar, desde tiempos muy remotos se le venera en la ciudad de Zaragoza, España, donde existe una suntuosa iglesia que es conocida como el Templo de la Raza. Cuenta la tradición que la virgen María, cuando todavía vivía, le prometió al apóstol Santiago que se aparecería en aquel sitio donde se convirtieran más hombres para la fe de Cristo. Y fue en ese lugar donde cumplió su promesa, pidiendo que se le construyera una capilla, como un pilar que permanecería hasta el fin de los tiempos.


En Todos Santos, la misión que se fundó por los religiosos jesuitas en 1733 llevó el nombre de Santa Rosa de las Palmas, aunque años antes ya había sido una visita de la misión de La Paz. En 1733, el padre Sigismundo Taraval se estableció en ella, a fin de continuar la obra de evangelización entre los indios de esa región. La misión conservó ese nombre hasta el año de 1749, ya que por motivo del traslado de los indios neófitos de La Paz a Todos Santos, se le comenzó a llamar Nuestra Señora del Pilar. Debemos recordar que la misión de La Paz llevaba ese nombre, pero al quedar abandonada en ese año dejó de llamarse así.


Los padres jesuitas atendieron la misión hasta el año 1768, año en que otra orden religiosa llegó a California para hacerse cargo de los establecimientos católicos. Primero fueron los padres franciscanos y cinco años después los dominicos los que permanecieron la frente de las misiones, entre ellos Juan Ramos de Lora, José Murguía, Juan Figuer ( franciscanos ), y después Mariano Fernández, Jacinto Fiol y Gabriel González ( dominicos ). En 1840 la misión fue abandonada definitivamente por la escasa población de neófitos y también por las dificultades que tuvieron los padres para administrarlas a su criterio.


Nuestro estimado amigo, el profesor Néstor Agúndez, en un interesante folleto publicado en 1992, dice que fue el padre Jaime Bravo quien bautizó a esa comunidad como Todos Santos. En efecto, cuando este jesuita fundó la misión en La Paz en 1720, recorrió la parte sur de la región y estableció tres sitios para catequizar a los indios. Uno de ellos fue Todos santos, según lo asienta el padre cronista Miguel Venegas en su libro ¨Noticias de la California y su conquista temporal y espiritual¨ aparecido en el año de 1757. Por eso fue muy natural que la misión fuera identificada como Nuestra Señora del Pilar de Todos Santos.
Han pasado muchos años desde ese entonces y todos santos continúa presente en la geografía sudpeninsular. Con los avatares propios de su larga vida, y con la presencia de sus hombres y mujeres en los diversos acontecimientos políticos, sociales y culturales, esta comunidad tiene una historia que merece conocerse por propios y extraños. Su identidad californiana, sus luchas contra las intervenciones, la defensa de los ideales democráticos durante la revolución mexicana y la lucha cotidiana a seguir por los habitantes de Baja California Sur.

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Capilla Nuestra Señora de Fatima
En este lugar se encontraba la antigua misión Jesuítica

jueves, 6 de noviembre de 2008

DOS CALIFORNIANAS ENAMORADAS

Dos californianas enamoradas hace cerca de 200 años, cuando frailes franciscanos y soldados colonizaban la Alta California estableciendo misiones y presidios en lo que hoy son las ciudades de San Diego, Santa Bárbara, Monterrey y San Francisco, y cuando buques nacionales, angloamericanos, franceses y rusos arribaban a estos lugares, tuvo lugar un episodio amoroso en el que intervinieron la hija del comandante Luis Arguello del presidio de San Francisco y el conde ruso Nicolai Petrovich Rezanov.


El 5 de abril de 1806 el bergantín Juno al mando del conde, llegó a ese puerto en busca de provisiones y para establecer relaciones de ayuda mutua con el gobernador del territorio español que en esos años era José Joaquín de Arrillaga. Mientras esperaban la entrevista con el gobernante éste radicaba en Monterrey – la tripulación adquirió víveres que eran necesarios para socorrer a la colonia rusa de Sitka, en Alaska, cuyos moradores se estaban muriendo de hambre. El comandante del presidio, por su parte, atendió al conde y a los oficiales del barco de la mejor manera. Fue así como Rezanov conoció a María de la Concepción Arguello quien en ese entonces tendría unos quince años de edad.


Galante, educado, de buena presencia y de la nobleza rusa, el conde causó una impresión muy agradable a la adolescente tanto, que al cabo de unas semanas se comprometieron en matrimonio. Naturalmente su unión tardaría un tiempo ya que necesitaban la autorización del rey y del papa, dado que se casarían por otra religión. Mientras tanto, Rezanov preparó un viaje a Sitka a fin de ir en auxilio de sus compatriotas.


Pero en conde ya nunca regresó a San Francisco. Después de permanecer unos días en la colonia, prosiguió su viaje a Rusia para informar a la Corte de los resultados de su empresa. Y en el trayecto perdió la vida al cruzar un río helado en Siberia. Era el mes de marzo de 1807. Conchita Arguello lo esperó toda su vida. Muchos tiempo después cuando se enteró de su muerte, ingresó a un convento y ahí murió a los 67 años de edad.


En 1847, cuando tuvo lugar la guerra con los Estados Unidos y las tropas de ese país se apoderaron de la Baja California, un coronel llamado Henry J. Burton llegó en la fragata Lexington a La Paz designado por las fuerzas de ocupación como jefe político de la península. Como se sabe, varias personas vieron con buenos ojos la presencia de los norteamericanos y en cierta forma colaboración con ellos. Entre ellas estaba la familia Ruiz, que tenía una hermosa hija de nombre María Amparo.A sus quince años de edad- igual que Conchita Arguello- esta joven engalanaba con su presencia los mejores salones de la sociedad paceña, ya que ella era descendiente de José Manuel Ruiz quien fuera gobernador de la Baja California en los años de 1822 a 1825. Y, desde luego, uno de los invitados a esas reuniones era el coronel Burton quien seguramente quedó prendado de la belleza de María Amparo.


Al finalizar la guerra en 1848, las tropas extranjeras volvieron a los Estados Unidos y con ellas muchas personas- cerca de 300- que se fueron al país vecino en calidad de refugiados. La familia Ruiz formó parte de ese grupo, acusado de ser partidario de la anexión de la Baja California a los Estados Unidos. Para el coronel Burton tal decisión fue conveniente a sus inclinaciones amorosas, ya que su noviazgo podría continuar en la ciudad de Monterrey, lugar donde concentraron a toda esta gente.La boda fue un acontecimiento en esa ciudad californiana y desde ese momento la señora Ruiz de Burton se integró a esa región ya perteneciente a los Estados Unidos. Con el tiempo su esposo fue ascendido a general y ella frecuentó los altos círculos sociales e intelectuales del país vecino. Al finalizar el siglo XIX María Amparo estaba considerada como una de las mujeres más distinguidas tal como lo afirman sus biógrafos, entre ellos Frederick Bryant Oden autor del libro ¨The Maid of Monterrey¨.

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Esta mujer, oriunda de Loreto, escribió varios libros y una novela ¨The squatter and the Don¨ que ha sido reeditada últimamente. Aunque pasó la mayor parte de su vida en Norteamérica, no puede ignorarse el hecho de que es nativa de Baja California Sur.

 

 

 

 


María Amparo Ruíz de Burton

lunes, 3 de noviembre de 2008

EL NIÑO QUE ENSEÑA LOS DIENTES

Fue el maestro JOSE ROGELIO OLACHEA ARRIOLA, quien primeramente  dio a conocer al público porteño la leyenda del niño desarrapado que a media noche espantaba a los noctámbulos por la zona de la entonces llamada Isla de Cuba.

Muchas cosas se dijeron del asunto. Incluso, el profesor Manuel Gómez Jiménez, a la sazón Delegado de Gobierno de La Paz, ordenó que se hiciera una redada para dar con el chico ese que -se decía con horror-, pedía una moneda a media noche y en señal de agradecimiento mostraba los dientes en la forma parecida a la que lo haría uno de los grandes felinos salvajes.

El primer relato de esta horripilante aparición la dio don Hipólito Escopinichi, zapatero remendón que tenía su negocio en la esquina sureste de la bocacalle de 16 de Septiembre y Altamirano y que vivía en la zona de Reforma y Valentín Gómez Farías, área específica donde siempre se apareció aquella monstruosidad en forma de niño. Una noche que regresaba del trabajo a su casa, se encontró a bocajarro con el niño; le dio la moneda solicitada y fue entonces que recibió como gratitud la horrible escena de los dientes mostrados con todo y la encía y eso, aunque a la luz del tiempo resulte absurdo, provocó la psicosis colectiva más importante de que se tenga memoria antes de la aparición de la igualmente famosa "pideveintes".

Días después del caso del zapatero, un sargento de la Policía Municipal se encaminaba al antiguo edifico de El Sobarzo hacia el sur de la ciudad, cuando en la esquina de Reforma y Altamirano vio venir en la claridad de la noche, la figura de un chamaco de escaso un metro de estatura. Conocedor de la leyenda, que ya se había diseminado por toda la ciudad, se preparó para enfrentarse con el monstruo. Fue cuando, luego de pedirle a señas una moneda, el niño mostró su horrible sonrisa cadavérica al agente. Este, ya prevenido, tomó su fuete (instrumento policial suplido ahora por el "tolete") y se dispuso a azotar al niño aquel de la risa horripilante. El agente murió al día siguiente de un paro cardiaco.

De regreso del cementerio, el profesor Gómez Jiménez decidió investigar el caso por sí mismo. Para ello, hizo un croquis de la zona de afluencia del supuesto "espanto". Revisó cada una de las hasta entonces más de veinte denuncias sobre el mismo caso y varios días después, abandonó la lucha. No había rastro alguno del niño de la sonrisa horrible que mostraba las encías. Sin embargo, las quejas no dejaron de sucederse con pasmosa frecuencia. Una mujer ya entrada en años, que regresaba del antiguo hospital Salvatierra de El Esterito, fue interceptada por el niño. Presa de terror, huyó a toda carrera por una de las calles oscuras del barrio de la Isla de Cuba, con tan mala suerte, que una jauría de perros bravos la atacó hasta dejarla maltrecha. Víctima de las terribles mordeduras caninas, la dama falleció días después.

Se decía que "el espanto" parecía salir de entre las paredes de piedra cantera que circundaban una huerta que con el tiempo desapareció y que pertenecía a los descendientes de la familia Toledo. Alguien se alcanzó a puntada de sugerir que se tirara la barda y así se hizo una mañana friolenta. Sería por la psicosis de la leyenda, pero los albañiles aseguraban escuchar horribles sonidos de entre las piedras de la pared desmoronada.

Con el tiempo, la leyenda se olvidó y nunca más se supo del muchacho aquel que espantaba con sólo mostrar sus deformes dientes y sus rojas encías a los trasnochadores de la época.

 

Relato de Carlos Domínguez Tapia.

viernes, 31 de octubre de 2008

HERNAN CORTES Y LA FUNDACION DE LA PAZ

Al conquistador Hernando de Cortés siempre se le menciona cuando se habla de la fundación de La Paz, incluso en las fiestas conmemorativas del día 3 de mayo se escenifica el desembarco de los españoles en tierras bajacalifornianas, ante la presencia de los indios y la reina Calafia.
Por supuesto que lo anterior es un mero simulacro dado que ni los indios estuvieron presentes, ni existió una reina con ese nombre, al menos aquí en la península. Lo que si fue cierto es que Cortés llegó a este lugar el 3 de mayo de 1535, y después de las ceremonias de rigor, fundó el “Puerto y Bahía de Santa Cruz", conforme lo atestigua el acta levantada en esa ocasión.
Pero fuera de eso, el conquistador de México sigue siendo un perfecto desconocido para los niños y los jóvenes de nuestra ciudad, sobre todo por que su figura y su obra han sido poco difundidas, a no ser por los cronistas e historiadores de alto nivel, como fueron Bernal Díaz del Castillo, Francisco Aguilar, Francisco Javier Clavijero y por el mismo Cortés, en sus Cartas de Relación enviadas al rey de España. Más recientemente otros investigadores han estudiado su vida, entre ellos el norteamericano William H. Prescott y el argentino Carlos Pereyra. Los mexicanos de la presente época también han analizado la obra del fundador de La Paz como José Vasconcelos, Alfonso Teja Sabre, Fernando Benítez y Miguel León Portilla.
En el año de 1992, el periodista Octavio Aguilar de la Parra visitó nuestra ciudad para presentar su libro “La sombra de Cortés sobre los muros mexicanos” y tuvo la gentileza de obsequiarme uno de los ejemplares. En el preámbulo el autor dice: “La figura de Cortés en todos sus aspectos ha sido discutida y examinada por numerosos escritores e investigadores de ayer y de hoy. Con pasión, en pro y en contra, con pruebas o sin ellas, con simpatía y enconos...


En una objetiva defensa de sus méritos, Aguilar recuerda que a Cortés siempre se le ha mencionado como soldado cruel e insensible, pero se olvida que fue el creador del primer ayuntamiento de América en Veracruz, en 1519; que fue explorador de los mares de las Antillas, Las Hibueras y del Golfo de Cortés hoy de California; que fue el fundador de ingenios azucareros en Tuxtla, Veracruz, Axomulco y Tlaltenango, estos últimos en el Estado de Morelos.
A cuatro siglos de distancia de la conquista de México y de la muerte de Hernán Cortés, aún su recuerdo es motivo de controversias. Cuando murió, en 1547, en Castilleja de la Cuesta, España, el rey Carlos V autorizó que sus restos fueran traídos a México, donde permanecieron en el Hospital de Jesús desde el año de 1794. Tal era el odio que en ese entonces se le tenía al Marqués del Valle de Oaxaca, que en 1822 se presentó una iniciativa al Congreso para que sus restos fueran sacados de su tumba e incinerados, a fin de borrar para siempre su nombre de la historia patria.
Pese a todo lo que hizo para engrandecer a España, en sus últimos años de vida fue despreciado, minimizando su obra en la Nueva España. Cuenta la historia confundida con la leyenda que un día, tras infructuosos intentos por ser recibido por el rey, se aproximó a la carroza del soberano y éste le preguntó: --¿ Quién sois?- Indignado y altivo, Cortés le respondió: --“Soy el hombre que te ha dado más tierras que besos te dio tu madre en tu niñez”
En México se le recuerda poco al fundador de nuestra ciudad. Dos o tres monumentos sin trascendencia y la reconstrucción de la ex Hacienda de Cortés en San Antonio Atlacomulco. Aquí en La Paz tenemos un fraccionamiento llamado “El Pedregal de Cortés” y teníamos el Mar de Cortés que ahora se llama Golfo de California.
Sería conveniente, sobre todo para justificar nuestra historia y con fines turísticos, que se construyera un monumento a su memoria, y se colocara en un lugar adecuado del remozado malecón. De perdida los visitantes nacionales y extranjeros, y aún los mismos paceños se preguntarán: -Y este señor, “¿Quién fue?

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Hernán Cortés, fundador de la ciudad de La Paz

martes, 28 de octubre de 2008

EL ORIGEN DE LA PALABRA CALIFORNIA

En el año de 1533 dos barcos, el Concepción y el San Lázaro zarparon del puerto de Santiago en busca de nuevas tierras para ofrecerlas al rey de España Carlos V. En el trayecto, el piloto del primer buque Fortún Jiménez Bertandoña encabezó un motín en el que resultó muerto el capitán Diego Becerra. Para evitar el castigo, Fortún y los amotinados continuaron mar adentro y llegaron por primera vez a las costas de la península bajacaliforniana.

Al recorrer la zona costera cercana de la que hoy es la bahia de La Paz encontraron algunos criaderos de perlas y obtuvieron algunas de los indígenas que vivían en esos lugares. Pero en un enfrentamiento con los nativos varios de los expedicionarios perdieron la vida, entre ellos el propio Jiménez. Los sobrevivientes se hicieron a la vela y llegaron a la contracosta donde dieron fe de la tierra descubierta y de las supuestas riquezas que había en ellas.

Cuando Hernán Cortés supo la noticia, de inmediato preparó tres barcos y personalmente encabezó una nueva expedición hacia esas tierras. El 3 de mayo de 1535 llegó al lugar que bautizó como "puerto y bahía de Santa Cruz", en donde celebró la ceremonia formal de toma de posesión. Esta colonia fundada por Cortés no pudo sostenerse sobre todo por la falta de víveres, la ausencia de agua potable y la hostilidad de los nativos que no olvidaban lo sucedido con Fortún Jiménez.

Algunos años después la tierra descubierta recibió diversos nombres: El navegante Sebastián Vizcaíno la denominó Nueva Andalucía; Pedro Porter Cassanate la llamó Nuevo Reino de Aragón; el almirante Isidro de Atondo y Antillón la designó como Nuestra Señora de la Trinidad y los padres Kino y Salvatierra la dieron a conocer como Islas Carolinas. Pero el nombre que al fin permaneció fue el de California.

Fue unos años después de 1535 cuando se le empezó a llamar así, sin precisar la fecha ni quien fue el primero en llamarla con ese topónimo. Sin embargo, ya en el año de 1540, los informes relacionados con las exploraciones de Francisco de Ulloa por las costas de la península, se refieren a ella como California.

Durante todo el período de las exploraciones marítimas y durante los años de la presencia de los misioneros jesuitas, franciscanos y dominicos, no se pudo explicar bien el significado de la palabra California. A Hernán Cortés se le atribuye la idea de que su etimología proviene de los vocablos "cálida fórnax" ( horno caliente) a causa del clima extremoso de la región.

Por mucho tiempo su significado fue un problema para historiadores y cronistas. Se buscó su origen uniendo palabras o buscando referencias en los accidentes geográficos de la bahía de Santa Cruz y sitios cercanos. Pero no, tales explicaciones etimológicas convencían a algunos y disgustaban a otros. Al final, en el año de 1862, el investigador norteamericano Edward Everett Hale encontró su procedencia, destruyendo así todos los mitos vertidos sobre la palabra California.

Su origen se remonta al siglo XV, cuando en el año de 1510 aparece el libro de caballerías "Las sergas de Esplandián" de Garci Ordóñez de Montalbo, en el que menciona a California como "una isla muy llegada al paraíso terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las amazonas era su forma de vivir..."

Las Sergas de Esplandián, continuación de otro libro anterior titulado "Amadis de Gaula", relatan el sitio de Constantinopla, ciudad que tratan de conquistar los ejércitos turcos luchando en contra de las fuerzas cristianas. En uno de los combates los musulmanes reciben la ayuda de la reina Calafia de la isla California y de sus amazonas, valientes guerreras montadas en enormes aves llamadas "grifos". Ya a apunto de rendirse la ciudad, Calafia reta al paladín de la cristiandad, Esplandián, hijo del poderoso rey Amadis de Gaula, pero se enamora de él con un amor imposible y para no separarse de su lado, contrae matrimonio con Talanque, hijo del rey de Sobradisa y compañero inseparable de Esplandián.

Se cree que el término California lo tomó Ordóñez de Montalvo de la epopeya francesa La Canción de Rolando escrita en el siglo XI. En esta epopeya se narra la muerte de Roldán, sobrino del rey Carlomagno que lo hace exclamar: " ¡ Ha muerto mi sobrino, aquél que tantas tierras me hizo conquista! Contra mí se rebelarán los sajones, los húngaros y los búlgaros y otros tantos pueblos malditos, y los de Apulla y todos los de Palerma, los de Africa y los de Califerna".