lunes, 29 de junio de 2009

NO SEÑOR, SOLO TENEMOS CHORIZO DE ABULON

Hace unos días, con el Lic. Guadalupe Torres Sicairos director del Archivo General del Estado, estuvimos recordando los años que vivimos en el valle de Santo Domingo allá por los años cincuenta y de cómo, los primeros colonizadores sortearon múltiples dificultades a fin de hacer fructificar la tierra. La plática se inició cuando hizo alusión al libro que publiqué en el año 2000 al que titulé “Mis recuerdos del Valle de Santo Domingo, 1950-1956” en el que hice referencia a las familias fundadoras de las primeras colonias procedentes de diversos Estados de la República.


Como ha sucedido con otras personas, el contenido del libro le interesó porque él, en el año de 1975, tuvo la oportunidad de recorrer toda esa región en su carácter de Delegado Municipal de Comondú del Registro Nacional de Electores. Pero no solamente la zona del valle conoció sino también todo el municipio que comprendía pueblos tan alejados como La Purísima, San Isidro, San Juanico, el mismo Loreto y la parte serrana y costera, incluyendo San Luis Gonzaga y Agua Verde.


En ese año, recuerda Torres Sicairos, el presidente municipal era el contador Daniel Moska Masaki y el secretario general el Profr. Emilio Maldonado Ramos quien, por cierto, les dio todas las facilidades para llevar a cabo su trabajo de credencialización de las personas con derecho a votar. Afortunadamente eran tiempos en que los recursos económicos del ayuntamiento eran suficientes y el apoyo de gasolina fue sin limitaciones.


De ese recorrido que hicieron por todo el municipio de Comondú, nuestro amigo guarda muy buenos recuerdos de su gente y de cómo ha podido sobreponerse a las adversas condiciones geográficas y desarrollar un estilo de vida adecuado al medio ambiente en que viven. De sus meses de estancia en la región, Torres me platicó algunas anécdotas relacionadas con sus preocupaciones por alimentarse, ya que la brigada la componían él y otras dos personas.


En uno de esos días de 1975—relata—se dirigieron a la costa para embarcarse rumbo a Puerto Alcatraz localizado en la parte norte de la isla Margarita. En esa isla visitaron también Puerto Cortés, una guarnición de la marina nacional. Me imagino las dificultades que tuvieron que sortear hasta llegar a ese lugar sobre todo por lo agitado del mar entre la costa y el puerto. Como llegaron pasado el mediodía, lo primero que hicieron fue buscar quien les vendiera comida y preguntando aquí y allá—Alcatraz era un pequeño puerto de pescadores—dieron con un señora que los atendió diciéndoles: --“Újule, señores, nosotros somos muy pobres y lo único que puedo ofrecerles es un poquito de café y chorizo de abulón...” Huelga comentar la respuesta.


Otro caso les sucedió cuando visitaron la comunidad de San Luis Gonzaga, el lugar donde el padre Juan Jacobo Baegert construyó la iglesia de la misión del mismo nombre en el año de 1751. Admirados por lo atractivo del lugar con sus edificios y la parroquia que todavía se conserva en buen estado, los visitantes dejaron correr el tiempo hasta que las tripas se les revolvieron de hambre , por lo que presurosos buscaron quien les diera de comer. En una modesta vivienda, cerca de la huerta del lugar, la dueña les contestó a sus demandas: --“ Me van a perdonar pues lo único que tengo son unos huevos de gallina. Ahora que si me aceptan una “machaquita de venado” pues se las puedo preparar...Como la respuesta fue afirmativa, ¡ vaya que si no!, la señora salió al patio donde tenía un tendido de carne oreada, tomó unos buenos trozos y con rapidez los colocó sobre las brasas del fogón. Después, con unas tortillas de harina recalentadas y unos pocillos llenos de café de “talega”, los hambrientos visitantes disfrutaron de una banquete superior a los mejores restaurantes.

Pero donde si fue el colmo de las sorpresas fue en la comunidad pesquera de San Juanico, distante unos 40 kilómetros de La Purísima. Después de levantar el censo de las personas mayores de 18 años con derecho a tener su credencial de elector, y antes de continuar con su recorrido, Torres Sicairos se acercó al subdelegado municipal para preguntarle la posibilidad de que les pudieran vender un poco de abulón. –“Cómo no—les contestó la autoridad—acompáñenme a ver al presidente de la cooperativa.
--Oye, fulano, aquí estos señores que son funcionarios del gobierno del Estado quieren un poco de abulón, ¿ se podrá?
--Claro que sí—y abriendo un cuarto frío lleno de abulón crudo, tomó una pala y rápidamente llenó una cubeta mediana, ante la sorpresa de los presentes. Cuando se la entregaron, lo único que acertó a decir Torres fue : --“¿cuánto le debo?” Y más se sorprendieron cuando escucharon la respuesta:--“ Si traen unas cuantas cervezas me doy por bien pagado. Los comentarios salen sobrando.

TOMADO DEL LIBRO CRONICAS LA PAZ Y SUS HISTORIAS.

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