Gastón J. Vives Gourieux fue un hombre visionario que siempre creyó en la explotación de las perlas como el mejor medio para lograr el mejoramiento económico de los habitantes de la Baja California. El establecimiento de su Compañía Criadora de Concha y Perla, cuyas instalaciones se encontraban en la Isla Espíritu Santo, era una prueba de la verdad de sus opiniones.
Se cumplieron 100 años de la creación de la CCCP como se conocía a la compañía, y en todo este largo tiempo esta industria ha sido olvidada a pesar de los fundamentos tan positivos que presenta. En la actualidad, al igual que hace un siglo, la perlicultura basada en el cultivo masivo de madreperla y concha nácar, es una industria de mayor rentabilidad en el mundo. Al menos así lo demuestra el mercado perlífero mundial donde Japón, China, Australia, Hong Kong y la Polinesia son los principales exportadores.
Afortunadamente el interés por el cultivo de las perlas en nuestro Estado ha sido retomado por dos grupos de investigadores que ya dominan la técnica para su explotación e incluso ya han obtenido los primeros resultados. Para ello se han valido de las experiencias de don Gastón J. Vives en la isla Espíritu Santo y de la numerosa bibliografía que existe relacionada con esta industria. Apoyados por la UABCS y por el CIBNOR, estos investigadores se han echado a cuestas la tarea de establecer y promover las primeras granjas marinas para el cultivo de las ostras perleras.
El doctor Mario Monteforte afirma que la bahía de La Paz posee un excelente potencial acuícola gracias a la existencia de numerosos sitios para la instalación de cultivos marinos como por ejemplo la almeja catarina, la almeja mano de león, la almeja burra y, desde luego, las ostras perleras Picntada mazatlanica( madreperla de Calafia) y Pteria sterna( Concha nácar arcoiris). Por su lado, la doctora Micheline Cariño Olvera se ha convertido en la mejor propagandista de esta industria a través de sus numerosos estudios e investigaciones. En 1998, patrocinada por el Congreso del Estado, publicó un libro sobre la vida y legado de don Gastón J. Vives, el primer maricultor de América. En esa obra incluye un manuscrito inédito de esta persona escrito unos pocos años antes de su muerte—1939- que él denominó “El porvenir de la Baja California está en sus mares”. Dice don Gastón que el cultivo industrial de la madreperla consiste en recolectar sus huevos, fomentar la fecundación de éstos, facilitar el desarrollo de las larvas derivadas de los huevos, y el desarrollo de las crías en unos aparatos especiales que se denominan ”incubadoras”, que se colocan en el fondo del mar bajo determinadas circunstancias. A los tres meses de nacidas las crías, se recogen las incubadoras y se siembran esas crías en unos depósitos o viveros de agua corriente, donde pasan su adolescencia, al abrigo de los ataques de sus numerosos enemigos. A los seis meses se trasplantan las crías en mar libre y a los dos años, cuando la mayor parte de las conchas sembradas han adquirido el tamaño adulto se procede a su cosecha.
El complemento del proceso indicado por el señor Vives lo están realizando los países dedicados a la industria de las perlas cultivadas conocidas como Mabé o media perla, la cual se logra implantando núcleos en las ostras mediante operaciones de microcirugía. Con este sistema es posible producir de dos a tres perlas por ostra. De acuerdo con un proyecto de inversión presentado por el doctor Monteforte, en la bahía de La Paz se pueden instalar entre 80 y 90 granjas perleras, cada una manejando 10 mil ostras adultas anuales y una producción potencial de 25 mil a 30 mil Mabé en promedio. A partir del cuarto o quinto año cada granja obtendría ingresos por un poco más de medio millón de dólares.
II
La pesca de las ostras perleras forma parte de la historia económica de Baja California desde el año de 1533 en que la península fue descubierta por el navegante español Fortún Jiménez. De muchos es sabido que al desembarcar en las playas de la bahía de La Paz lo primero que hizo fue buscar las codiciadas perlas las cuales, según tenía referencias, las había en abundancia.
Después del descubrimiento, una larga lista de exploradores arribaron a la península con el propósito de conocer sus características geográficas pero también en busca de sus supuestas riquezas. Durante 150 años diversas expediciones recorrieron la región llegando incluso hasta los límites de lo que hoy es la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos. Hernán Cortés, Francisco de Ulloa, Juan Rodríguez Cabrillo, Sebastián Vizcaíno y el almirante Isidro de Atondo y Antillón fueron algunos de esos navegantes que dieron a conocer al mundo la nueva tierra descubierta, aunque no conquistada del todo.
No fue sino hasta 1697 cuando los misioneros jesuitas lograron erradicarse en la península, para fundar las misiones que todavía hoy en día son testigos de su permanencia en esta tierra. Pero la pesca de perlas continuó pese a las negativas de los padres, creando empresas como la de Manuel de Ocio que formó un emporio con la explotación de este molusco.
A fines del siglo XIX y principios del XX el negocio de las perlas constituía un importante factor de la economía bajacaliforniana y, en especial, de la ciudad de La Paz. Aquí se otorgaron varias concesiones para explotar ese recurso en el golfo de California, entre ellas la Compañía Perlífera de la Baja California la que en 1889 ocupaba entre 400 y 500 trabajadores por año. Las perlas eran vendidas en Europa al igual que las conchas las cuales tenían una gran demanda.
En el artículo anterior me referí a la Compañía que formó el señor Gastón J. Vives en 1903 y cuyos criaderos fueron destruidos durante el movimiento revolucionario de 1914. Cuando desapareció la empresa, ésta ocupaba cerca de 500 personas en el mantenimiento de la Estación perlífera de San Gabriel, en las bodegas de La Paz y en las embarcaciones de la compañía. En ese año en la isla Espíritu Santo se habían sembrado un poco más de cuatro millones de ostras de las cuales la mitad eran adultas y con altas probabilidades de contener las preciadas perlas. Además se tenían otros cuatro millones de crías listas para sembrarse en las ensenadas de la isla.
De 1914 al 2002 han transcurrido ochenta y ocho años y es hasta ahora cuando se vuelve a pensar en el cultivo de la ostra perlera como un proyecto viable que asegure el desarrollo económico del Estado. El gobierno de la entidad tiene el firme propósito de apoyar esta industria tal como lo ha hecho con otras dedicadas a la acuacultura. Con su respaldo y la asesoría técnica de los investigadores de la Universidad y del CIBNOR, ya existe en nuestra ciudad una empresa que cultiva y vende joyería fina de oro y plata con Mabés de Concha Nácar.
La empresa, registrada con el nombre de Perlas del Cortez, S. de R.L. M.I., tiene como propietaria a la señora Zulema Puig Amarillas y en su volante publicitario explica que todas las perlas Mabés son auténticas piezas originales de Baja California Sur, ya que los cultivos se encuentra en la extraordinaria bahía de La Paz. Desde luego esta naciente industria ha requerido de una costosa inversión aplicada al cultivo de las ostras y al montaje de ellas en joyería de oro y plata. Pero ese esfuerzo está empezando a dar resultado. Centros comerciales tan importantes como Sanborns ya están adquiriendo el producto y se prevé abrir el mercado a los Estados Unidos.
Estamos seguros que el ejemplo de la empresa Perlas del Cortés alentará a muchos inversionistas para instalar otras granjas similares y así, en pocos años, la perlicultura será una de las industrias más rentables, a lo mejor la primera, elevando el nivel económico de los sudcalifornianos.
Y entonces sí, aunque con un retraso de cien años, podremos afirmar como antaño lo hiciera Gastón J. Vives: “El porvenir de la Baja California está en sus mares...”