Buenos días tengan todos ustedes, hago la presentación de esta sección de mi propia autoría, animado por algunas compañeras de la escuela y dedicado para ellas, especialmente a América Díaz, espero sea de su agrado y estaré en la medida de lo posible escribiendo regularmente asuntos generales, espero les guste, aquí dejo el primer aporte:
UN PEQUEÑO PASEO Y EN DOMINGO.
Que rico despertarse en domingo, asomarse por la ventana y ver un día parcialmente nublado, fresco, con un viento leve que recorre acariciando la copa de los árboles; llama el día al paseo, costumbre adquirida de los padres, tradición o deseo de retirarse lo más que uno pueda de las tribulaciones diarias del trabajo y los problemas cotidianos, cargamos nuestro vehículo con lo necesario y nos disponemos a librarnos de las ataduras diarias de esta vida “moderna”, ya el tomar la carretera nos da una tranquilidad, con gran sorpresa veo que no soy el único con ese deseo sano de alejarnos de la ciudad, el tráfico se acentúa en la salida hacia el sur, pocos los que entran muchos los que huimos, apenas el sol despunta sobre las cumbres borrosas todavía por la brisa matutina de los cerros, cálido con sus rayos, benévolo con su calor , el sonido del radio se opaca con el romper del aire sobre una capota suave que con su característico ruido me dice que nos movemos, a los pocos kilómetros ya se siente el aroma de nuestro campo, a mautos y romerios, que todavía se conservan verdes por las brisas y serenos matutinos, me envuelve un sentimiento de libertad, ahora solo soy yo, mi auto y ese esplendoroso paisaje, mi imaginación vuela mas alto que gorriones, cadernales y calandrios que musicalizan el entorno, las nubes caprichosas envuelven las puntas de las sierras mas lejanas, ah! Que hermoso es mi campo sudcaliforniano, se llenan mis pulmones de ese aire tan fresco y de aromas mis sentidos que calman la ansiedad vivida por el tumulto diario de la ciudad; con el paso de los minutos y los kilómetros me siento mas relajado, ahora quiero llegar a un lugar, el mismo u otro, no importa ya me siento en mi tierra, si “pata salada” con orgullo, paceño, sudcaliforniano. Al fin, esa carretera me lleva a unos kilómetros no muy lejos, 50 tal vez, después de una curva en subida resurge inmaculado un poblado, en el oasis verde del monte arremolinado, yergue caprichosa la grandiosa chimenea, que por mas de 100 años se mantiene firme al tiempo y los recuerdos, un bao colorido sale de los techos de las casas, acompañado del aroma de la hornilla, al café de la mañana, he venido una y mil veces al mismo lugar y parece que es la primera, lo he recorrido palmo a palmo y no me canso de gozarlo, me asomo por el puente a un lado de la iglesia y siempre encuentro algo nuevo, me remueve el sentimiento y el recuerdo me acompaña, pues el pueblo nativo de mi padre es sin duda ejemplo de su nombre, el triunfo, me atrae cual tesoro a los piratas, historias de bonanzas y cultura, ese olor a todo que se mezcla, mis pasos me llevan casi en automático, me asomo hacia la hornilla y el saludo ¡buenos días! Sonoro y amigable, de la triunfeña que arroja pausada y rítmicamente las tortillas a un comal que por viejo no ha dejado de ser el preferido en la cocina, al remover la leña cuenta y asegura, este año no ha hecho tanto frío como aquellos que vivimos hace algunos, cuando el agua en la mañana tenia una capa de hielo bien formado que hacia falta quebrarlo para alimentar la olla ya tiznada y hacer el clásico café, del bueno, que “la negrita” ni que nada, este si es el verdadero bajacaliforniano, de grano bien tostado; “y que le servimos”, Mmm…. Pues que ha de ser, mis preferidas unas quesadillas especiales, que de especiales tienen solo el sazón de esa leña conseguida allá en el cerro, de mezquite o que se yo, y un puño de machaca con cebolla y su chilito, ¿de harina, las tortillas? Pues ya que, claro que si, acompañadas de un frijol tan rico y un pedazo de queso regional, del que hacen de las vacas que pastan en el arroyo y cada mañana ordeñan artesanalmente, de tomar… pues claro un tarrito de café, mientras saboreo lentamente el desayuno los ruidos del poblado me atrapan, el aire los lleva de lado a lado, el pasar de los autos distrae un poco mi atención, sin embargo mis ojos se llenan de tan colorido lugar y las platicas que van y vienen del lado de la hornilla, que revises los tamales, dale vuelta al menudito, el café esta caliente, los frijoles se cocieron, ¡ah! Que rico lugarcito, me siento como en casa, me resurge el sentimiento como cuando en esas noches de frío y nosotros pequeñitos, nuestros padres nos tapan amorosos con una cobija que reconforta nuestro cuerpo; vale la pena escaparnos un ratito de la ciudad y llegar a ese, o a cualquier otro lugar, que nos haga sentir nuestro campo y nuestra gente, como olvidar esas platicas con un desconocido, con la señora que hace las tortillas, con el hombre que como yo asoma su vista tras el monte con el único deseo de encontrar a nuestra TIERRA SUDCALIFORNIANA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario