martes, 8 de septiembre de 2009

LA DELEGACION DE SAN JUAN DE LOS PLANES

El valle de Los Planes tuvo su auge como región agrícola en los años de 1946 a 1960 cuando se abrieron al cultivo más de 300 hectáreas regadas con agua de pozos profundos. Su producción de cereales y hortalizas se exportaban a los Estados Unidos. Todavía, en 1983, se produjeron 3,320 toneladas de maíz, 1,598 de trigo, 1574 de algodón y 1,546 de chile.


La delegación de San Juan de los Planes fue creada el 24 de junio de 1983 durante la administración municipal del licenciado Matías Amador Moyrón y su primer delegado fue el señor José María Castro Peña. En una reunión extraordinaria del H. Cabildo celebrada en esa comunidad y con la presencia del gobernador del Estado, Alberto Alvarado Arámburo, el ayuntamiento aprobó esa iniciativa después de considerar los aspectos económicos y sociales de esa región.


En 1983 la delegación tenía tres mil habitantes dedicados a la ganadería, la agricultura, la pesca y el turismo. La explotación agrícola se realizaba en mil hectáreas que producían trigo, maíz, algodón, frijol y hortalizas En esa época existían 10 mil cabezas de ganado vacuno, 1,500 de ganado caprino y 322 de ganado porcino. En la producción pesquera se capturaban 400 toneladas con un valor de 60 millones de pesos y a ella se dedicaban 120 familias. Coincidentemente, el 24 de junio pero de 1946 se iniciaron los trabajos agrícolas en esa región, cuando el general Agustín Olachea Avilés era el gobernador del Territorio Sur de la Baja California. Algunos de los primeros agricultores fueron el ingeniero Marcelo Virgen, Salvador Castro, Marcelo Gaume, Juan Manuel Amador, Juan de la Peña Rosas y Juan de Dios Lucero. Por cierto, fue debido al número de “Juanes” que la entonces ranchería de San Vicente adoptó el nombre de San Juan de los Planes.


A 56 años del inicio de las actividades agrícolas en el valle de Los Planes y a 19 años de la creación de esa delegación, esa región se ha transformado gracias al esfuerzo de sus pobladores y de los gobiernos estatal y municipal. Lo justifica el hecho del aumento de su población y la diversidad de actividades que realiza. Hoy, las comunidades de Los Planes, El Sargento, Agua Amarga y El Ancón cuentan con un total de 2,187 habitantes, sin tomar en cuenta los pobladores de las 74 comunidades y rancherías que comprende este territorio.


Gobernar a la delegación de San Juan de los Planes no es cosa fácil ya que esta región tiene 851 kilómetros cuadrados de extensión de los cuales 1,653 son superficies agrícolas de riego y 15,716 de agostadero. Pero en todos estos años transcurridos las personas que han fungido como delegados ha hecho lo posible por lograr el desarrollo de esa zona. Algunas de ella son: José Sánchez Lucero, Jesús Avilés Hirales, Ramón Filiberto Nieto Domínguez, Efraín Arturo Cota Avilés, Romualdo Alvarado Beltrán, Juan Antonio Flores Geraldo y Martín Olachea Romero, este último recién electo en la actual administración municipal.


FUENTE: LIBRO CRONICAS LA PAZ Y SUS HISTORIAS.

lunes, 29 de junio de 2009

NO SEÑOR, SOLO TENEMOS CHORIZO DE ABULON

Hace unos días, con el Lic. Guadalupe Torres Sicairos director del Archivo General del Estado, estuvimos recordando los años que vivimos en el valle de Santo Domingo allá por los años cincuenta y de cómo, los primeros colonizadores sortearon múltiples dificultades a fin de hacer fructificar la tierra. La plática se inició cuando hizo alusión al libro que publiqué en el año 2000 al que titulé “Mis recuerdos del Valle de Santo Domingo, 1950-1956” en el que hice referencia a las familias fundadoras de las primeras colonias procedentes de diversos Estados de la República.


Como ha sucedido con otras personas, el contenido del libro le interesó porque él, en el año de 1975, tuvo la oportunidad de recorrer toda esa región en su carácter de Delegado Municipal de Comondú del Registro Nacional de Electores. Pero no solamente la zona del valle conoció sino también todo el municipio que comprendía pueblos tan alejados como La Purísima, San Isidro, San Juanico, el mismo Loreto y la parte serrana y costera, incluyendo San Luis Gonzaga y Agua Verde.


En ese año, recuerda Torres Sicairos, el presidente municipal era el contador Daniel Moska Masaki y el secretario general el Profr. Emilio Maldonado Ramos quien, por cierto, les dio todas las facilidades para llevar a cabo su trabajo de credencialización de las personas con derecho a votar. Afortunadamente eran tiempos en que los recursos económicos del ayuntamiento eran suficientes y el apoyo de gasolina fue sin limitaciones.


De ese recorrido que hicieron por todo el municipio de Comondú, nuestro amigo guarda muy buenos recuerdos de su gente y de cómo ha podido sobreponerse a las adversas condiciones geográficas y desarrollar un estilo de vida adecuado al medio ambiente en que viven. De sus meses de estancia en la región, Torres me platicó algunas anécdotas relacionadas con sus preocupaciones por alimentarse, ya que la brigada la componían él y otras dos personas.


En uno de esos días de 1975—relata—se dirigieron a la costa para embarcarse rumbo a Puerto Alcatraz localizado en la parte norte de la isla Margarita. En esa isla visitaron también Puerto Cortés, una guarnición de la marina nacional. Me imagino las dificultades que tuvieron que sortear hasta llegar a ese lugar sobre todo por lo agitado del mar entre la costa y el puerto. Como llegaron pasado el mediodía, lo primero que hicieron fue buscar quien les vendiera comida y preguntando aquí y allá—Alcatraz era un pequeño puerto de pescadores—dieron con un señora que los atendió diciéndoles: --“Újule, señores, nosotros somos muy pobres y lo único que puedo ofrecerles es un poquito de café y chorizo de abulón...” Huelga comentar la respuesta.


Otro caso les sucedió cuando visitaron la comunidad de San Luis Gonzaga, el lugar donde el padre Juan Jacobo Baegert construyó la iglesia de la misión del mismo nombre en el año de 1751. Admirados por lo atractivo del lugar con sus edificios y la parroquia que todavía se conserva en buen estado, los visitantes dejaron correr el tiempo hasta que las tripas se les revolvieron de hambre , por lo que presurosos buscaron quien les diera de comer. En una modesta vivienda, cerca de la huerta del lugar, la dueña les contestó a sus demandas: --“ Me van a perdonar pues lo único que tengo son unos huevos de gallina. Ahora que si me aceptan una “machaquita de venado” pues se las puedo preparar...Como la respuesta fue afirmativa, ¡ vaya que si no!, la señora salió al patio donde tenía un tendido de carne oreada, tomó unos buenos trozos y con rapidez los colocó sobre las brasas del fogón. Después, con unas tortillas de harina recalentadas y unos pocillos llenos de café de “talega”, los hambrientos visitantes disfrutaron de una banquete superior a los mejores restaurantes.

Pero donde si fue el colmo de las sorpresas fue en la comunidad pesquera de San Juanico, distante unos 40 kilómetros de La Purísima. Después de levantar el censo de las personas mayores de 18 años con derecho a tener su credencial de elector, y antes de continuar con su recorrido, Torres Sicairos se acercó al subdelegado municipal para preguntarle la posibilidad de que les pudieran vender un poco de abulón. –“Cómo no—les contestó la autoridad—acompáñenme a ver al presidente de la cooperativa.
--Oye, fulano, aquí estos señores que son funcionarios del gobierno del Estado quieren un poco de abulón, ¿ se podrá?
--Claro que sí—y abriendo un cuarto frío lleno de abulón crudo, tomó una pala y rápidamente llenó una cubeta mediana, ante la sorpresa de los presentes. Cuando se la entregaron, lo único que acertó a decir Torres fue : --“¿cuánto le debo?” Y más se sorprendieron cuando escucharon la respuesta:--“ Si traen unas cuantas cervezas me doy por bien pagado. Los comentarios salen sobrando.

TOMADO DEL LIBRO CRONICAS LA PAZ Y SUS HISTORIAS.

lunes, 1 de junio de 2009

JOSÉ MATÍAS MORENO, UN PATRIOTA SUDCALIFORNIANO

En el libro “Conflicts of Interest”, cuya autora es la loretana María Amparo Ruiz de Burton, se incluyen varias cartas que ésta le envió a José Matías Moreno, el personaje que tuvo una actuación destacada en las luchas contra la intervención norteamericana a Baja California, en los años de 1847 y 1848.


Aparece también en el libro—gracias a doña Carmen Boone por el obsequio—una breve biografía de Moreno, sobre todo de su estancia en California después que esta región fue anexada a los Estados Unidos. Lo anterior me hizo recordar una investigación realizada por la Universidad Autónoma de Baja California en 1984, referente a un documento escrito por este personaje con la descripción del Partido Norte, en 1861. En la introducción del folleto publicado, el Maestro en Historia Jorge Martínez Zepeda incluye los datos biográficos mas importantes de este patriota sudcaliforniano.


José Matías Moreno nació en 1818 en el pueblo minero de San Antonio y fue hijo de Joseph Brown y la señora Dolores Carrillo. Su padre era un ballenero inglés que llegó a Cabo San Lucas y al naturalizarse mexicano adoptó el nombre de José Matías Moreno.


Huérfano de padre cuando tenía escasos dos años de edad y ante la precaria situación de la familia, su madre lo puso bajo la protección del padre Gabriel González, quien era en ese entonces Presidente de las Misiones de la Baja California, con residencia en el pueblo de Todos Santos. La influencia de este sacerdote fue muy significativa ya que después juntos participaron en la vida política de la entidad.

En 1842, el padre González y otros seguidores, entre ellos José Matías Moreno y Manuel Márquez de León, se levantaron en armas contra el jefe político Luis del Castillo Negrete, a quien acusaban de pretender expropiar las tierras de las misiones. Vencidos en sus pretensiones, tanto el padre como sus partidarios fueron detenidos y enviados a Mazatlán. Moreno formó parte de ese grupo.


Al quedar en libertad, en 1843 se va a radicar a San Diego, en la Alta California, lugar donde comienza a relacionarse con personas importantes de la región, entre ellas el gobernador Pío Pico, quien los designa secretario general de gobierno. Estando en esa comisión tuvo lugar la invasión norteamericana, por lo que tanto el gobernador como él tuvieron que salir de la región, para buscar ayuda y formas de combatirla. Como no recibieron apoyo del gobierno mexicano, Moreno se dirigió a la Baja California donde se puso a las órdenes del capitán Manuel Pineda, quien ya se preparaba para la defensa de la región.


Al frente de la Guerrilla Guadalupana de Comondú combatió contra los invasores en Mulegé, La Paz y San José del Cabo. En una proclama que dio a conocer al pueblo decía, entre otras cosas: “ Conciudadanos: dos caminos nos quedan abiertos: el americano ofrece esclavitud y oprobio; México honor y libertad. Volved los ojos a lo pasado, contemplad lo presente y no olvidéis en el porvenir, que México se hizo libre para vivir también libre de ninguna potencia extranjera...”


Al término de la guerra, Moreno compartió su estancia entre la Alta y la Baja California debido a que se dedicó a diversos negocios. En 1851 contrajo matrimonio en San Diego con Prudencia Vallejo López, hija de Mariano Guadalupe Vallejo, descendiente de uno de los primeros pobladores de esa región. Su muerte acaeció el 30 de noviembre de 1869, en su rancho de Guadalupe, en la Baja California.

Respecto a la amistad que en vida llevó con María Amparo Ruiz  de  Burton, la correspondencia epistolar entre ellos es interesante, por que hacen comentarios sobre la vida política de México y de Baja California Sur. En un período en que nuestro país estaba convulsionado por la  Guerra de Reforma y la intervención Francesa, 1856-1862, dos mexicanos radicados en California, Estado Unidos sentían de cerca los sufrimientos de los mexicanos y deseaban lo mejor para ellos.


Olvidados los viejos rencores, si es que los hubo, de que la familia de María Amparo haya sido pro-norteamericana, y de que Moreno combatiera tenazmente a los invasores, la lejanía y vivir fuera de su país los identificó tal como se comprueba en la correspondencia que existió entre ellos.

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El patriota sudcaliforniano José Matías Moreno

miércoles, 20 de mayo de 2009

LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ

Con motivo de la próxima remodelación del centro histórico de nuestra ciudad, uno de los promotores preguntó la fecha o la época en que la virgen de La Paz fue reconocida como patrona de este lugar, dado que cuando se instaló la misión, en 1720, la virgen que se veneraba era Nuestra Señora del Pilar.


En efecto, fue en el periodo jesuítico-1697-1776—cuando los padres Jaime Bravo y Juan de Ugarte fundaron la misión de La Paz, el 4 de noviembre de 1720, con el fin de atender a los grupos aborígenes de los guaycuras y los pericúes que habitaban esta zona. Por referencias del padre Bravo se ha estimado que la iglesia y las casas de la misión fueron construidas cercanas a la playa, precisamente en la esquina que hoy forman las calles Melchor Ocampo y Zaragoza. En esta última existe una placa que rememora ese hecho religioso.


En el año de 1749, por dificultades propias en la administración de la misión y la falta de indios para catequizar, aunados a las enfermedades que hicieron estragos entre la población nativa, se determinó suspenderla y trasladar a la virgen del Pilar a la misión que se había establecido en la población de Todos Santos en 1733 y donde se veneraba a la virgen de Santa Rosa de las Palmas.


La abandonada misión de La Paz fue desapareciendo con el paso de los años, y aunque este lugar era visitado esporádicamente por exploradores y pescadores de perlas, ninguno de ellos—al menos no hay información—hizo alusión a ella. En 1811, cuando José Espinoza se estableció en forma permanente en el lugar, recibió el encargo de cuidar “la casa de su majestad”, supuestamente una finca propiedad del gobierno virreinal. Pero en la autorización para su estancia no se hace alusión a la iglesia de la antigua misión.


Visto lo anterior, persiste la interrogante: ¿Cuándo se construyó el templo para rendirle culto a la virgen de La Paz? La única respuesta está en un documento fechado en 1835 que se refiere a “la construcción de una iglesia dedicada a la virgen de la Paz, con el permiso de la mitra de Sonora” Para el efecto las autoridades eclesiásticas autorizaron que las iglesias de San Borja y Santa Gertrudis facilitaran los paramentos necesarios para tal fin.


El pueblo de La Paz, para ese año de 1835 ya contaba con cerca de 800 habitantes, participó en la recaudación de fondos y la propia autoridad municipal ordenó, en 1837, que los presos ayudaran en la obra. No se sabe con certeza el lugar donde se construyó la iglesia. Solamente se tiene la referencia de que en la parte alta de la ciudad existía “la loma de la capilla” pero ésta se encontraba al sur de la ciudad.


Existe un dibujo hecho por un militar norteamericano en 1847 donde se ubica a la iglesia a un lado de la casa del gobierno, además de la residencia del jefe político Francisco Palacios Miranda. El lugar parece el mismo donde actualmente se encuentra la catedral, frente al jardín Velasco y enseguida la llamada en ese entonces “Casa de Gobierno”.


Por lo anterior podemos afirmar que fue en los años de 1837 a 1838 cuando se inició el culto a la virgen de La Paz. Después, en el año de 1850, se inició otro proyecto para construir una nueva iglesia, tal como consta en documentos que existen en el archivo histórico “Pablo L. Martínez” de esta ciudad. La primera piedra de la construcción fue colocada por el jefe político Rafael Espinoza y bendecida por el Padre Trinidad Macías. No se sabe bien a bien si la iglesia se terminó ya que en 1861, el obispo Juan Francisco Escalante y Moreno inició la construcción de la iglesia que conocemos actualmente con el nombre de Catedral de Nuestra Señora de La Paz.
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Iglesia de Nuestra Señora de La Paz, en 1908

lunes, 20 de abril de 2009

DE MI COSECHA

EL CENTENARIO (Recuerdos de niño)

Hace unos días tuve a bien darme una vuelta cerca de la ciudad de La Paz, a un pueblito llamado el Centenario, unos 11 kilómetros lo separan de la gran capital, recuerdos de mi infancia llegan de golpe, cuando aquella incipiente carretera de dos carriles se perdía en algunas partes entre los mangles de la bahía, era clásico el pasar por la antena de la radiodifusora local y luego un pequeño arroyo de aguas negras que serpenteaba hacia el mar, el aeropuerto perdido entre el monte y las vacas que pastoreaban cerca de la carretera, a medio camino nos encontrábamos otro pueblito más pequeño Chametla, también enclavado entre el monte y los mangles, después de unos minutos uno llegaba a el Centenario, recuerdo solo del lado derecho de la carretera los mangles y del lado izquierdo las casas que se contaban en un puñado, rodeado por algunos pequeños sembrados donde de chamaco iba a recoger una que otra sandía tan roja y dulce que percibo aún su inigualable sabor, los días soleados calcinantes, recogidos todos sobre un porche tradicional de palma, donde una limonada sabía muchísimo mejor que una coca cola, tiempos de gozar y de recordar, tiempos de ensoñaciones y pasado, donde el recuerdo solo me hace percibir su aroma, el asomar la cara para percibir la brisa que poco a poco se eleva tenue y lenta de la bahía, disipando el calor de esos días de verano, con el atardecer los moscos, si, los zancudos clásicos por tanto mangle, zumban por los oídos, pican si no los espantas con un rápido movimiento de la mano, languidece el sol lentamente detrás del horizonte, de aquellas lejanas montañas coloreadas de un rojo cobrizo, las nubes cual pinceladas se dibujan en el cielo, entre el vaivén suave del mezquite tan viejo que rechina, lamentando su tiempo, preparándose a dormir, las aves marinas presurosas vuelan de regreso a su nido, o se aposentan suavemente sobre un lancha que será refugio por esta noche, plagada de cantos de grillos que acompañan el suave ulular del viento, poco a poco las aves al mecer de la barca reposan su pico sobre el pecho y cubiertas por sus alas se hunden en un sueño reparador, allá, a lo lejos las luces comienzan a aparecer, la ciudad se enciende, cual estrellas bajadas a la tierra, poco a poco la vida nocturna aparece con el lento marcar de la vía láctea, que corre hasta perderse de vista, los astros hacen acto de presencia y la hermosa luna llena se asoma tras los cerros del norte de La Paz, grande, blanquecina, acompañada de un vals dulce y tierno, las estrellas jubilosas titilan por verla aparecer, señora de la noche, en su magnificencia me envuelve, paralizado por tal despliegue de hermosura, sin querer separar la vista, cada minuto crece, presumida, sabiéndose bella nos deja ver poco a poco todo su esplendor, con un allegro se dibuja plena en el cielo, estremece mi alma su belleza, el agua del mar poco a poco se pinta con su luz, de repente un pez altanero y curioso brinca para verla, salpicando de gotas la superficie dibujando música sobre las olas, las estrellas se opacan un poco por su luz, sin embargo igualmente el puerto se ilumina, tratando de pausar su tiempo, de acurrucarse para contarse una historia, de dormir para soñarse bello, para mañana despertar cubierto de brisa y de sereno, sin embargo, ese olor, ese aroma que trae la marea, de vez en cuando el sobresalto de algún ruido, de pequeños seres nocturnos que aprovechan la luz gratis de esta noche para buscarse algo de comer, elevo la vista y el hermoso cielo sobre la bahía reverbera de pequeñas velas titilantes, cubiertas de cuando en cuando por una suave nube bailarina de brisa, el marcado canto de los grillos y el silencio creciente de la noche me hacen volver a la realidad, perderme en el pasado que bonito ha sido, volcar mis memorias musicalizadas por mi hermoso puerto, por su mar, por su luna, esa luna, que nos trae tantos recuerdos, dibujando las siluetas de los cactus, ávidos de brisa para probar el agua, pierdo un minuto para suspirar, pierdo un segundo para parpadear y dejar de ver por un instante lo que la naturaleza a creado para nosotros, es posible que con solo su despliegue nos sintamos tan bien, recuerdo aún como si fuera ayer esos días en que acompañado por mi padre recorría el pequeño camino hacia el mar, entre unos mangles polvorientos y sobre una tierra tan suelta que cubrían totalmente mis zapatos, pero luego de un rato encontrarnos con el mar, apacible, magnífico, sorprendente, no quedaba más que ver la ciudad desde aquel punto, y de pronto señalar un edificio, un cerro, un sueño, un cuento, una historia, esa historia tan extasiante de cuando fuimos niños, de cuando el sol no nos hacia tanto daño, de cuando una historia era suficiente para asombrarnos, donde mi ciudad era más pequeña y se perdía con el pardear de la tarde para luego renacer con las primeras luces de la noche, y después, el camino de regreso, vete despacio papá, quiero gozar un poco más de las estrellas, quiero llenarme del aroma de los mangles mojados por la brisa, quiero escuchar de nuevo el canto triste de los grillos……. Quiero seguir soñando con mis sueños de niño……

jueves, 2 de abril de 2009

LA HUERTA DE CORNEJO Y OTRAS HISTORIAS

La actividad comercial se ha incrementado en estos últimos años en la ciudad de La Paz. Pero nos compete hablar de la segunda tienda Ley, que se construyó en una manzana del centro de la ciudad que fue propiedad del señor Miguel L. Cornejo González, sobre la avenida 5 de Mayo, a la altura de la escuela primaria Simón Bolívar.


Durante muchos años esa manzana estuvo protegida por una barda de ladrillo de unos tres metros de altura que impedía ver lo que había en su interior. Por el lado de la calle Héroes de la Independencia existía un amplio portón que siempre permanecía cerrado, así es que los transeúntes, sobre todo los niños y los jóvenes ignoraban en que se utilizaba tanto terreno.


Allá por los años treinta del siglo pasado, cuando los años eran “muy llovedores”, existían varias huertas frutales en nuestra ciudad, pero las más conocidas eran las de las familia Cabezud, la de los Cuatro Molinos y la huerta de las Tullerías, sobre la calle 5 de mayo. En esta última que ocupaba la manzana a que hacemos referencia, se producían mangos, naranjas, limones, guayabas, y como en ese entonces no se había construido la barda, en épocas de cosecha los primeros en saborear las frutas eran los chamacos del barrio—y uno que otro adulto—quienes saltándose el cerco, se apoderaban furtivamente de lo mejor de la producción. Dicen que ni los mangos “poposagua” perdonaban.


Desde luego a varios de los incursionistas no les iba muy bien, sobre todo si eran sorprendidos por el dueño, quien después de una regañada y uno que otro coscorrón, les decía: --“ si quieren comer mi fruta vayan y cómprenla en el malecón”. Y es que el señor Cornejo—comerciante al fin—en esa temporada todos los más de los días colocaba unas mesas en la banqueta de su casa, en las que vendía las frutas de su huerta. De todas maneras los “pizcadores” seguían haciendo de las suyas.


Recuerda el profesor Alejandro Amador Amador, que la barda se comenzó a construir por el año de 1935 pues él, siendo niño, trabajaba en la huerta donde le pagaban cincuenta centavos al mes, la comida y la escuela.  Ah, y además, toda la fruta que pudiera comerse.


Años después, cuando el problema del agua se agudizó, la huerta fue desapareciendo, los árboles frutales languidecieron y poco a poco murieron. Lo mismo pasó con las otras huertas, entre ellas la de los Cuatro Molinos, llamada así por que ocupaba cuatro manzanas y en cada una había un molino de viento. Para no desperdiciar el terreno, el señor Cornejo acondicionó un establo el que por varios años surtió a los habitantes de La Paz de leche, quesos y mantequilla.


Don Miguel L. Cornejo es descendiente de una familia de comerciantes, pero también de políticos. Su padre, Miguel L. Cornejo Romero, fue jefe político del Distrito Sur de la Baja California en el año de 1914, apoyado por el Primer Jefe del gobierno constitucionalista, Venustiano Carranza. Como empresario en el negocio de las perlas compitió con otros armadores como Antonio Ruffo, Manuel Hidalgo y Gastón J. Vives. Por cierto, con este último tuvo diferencias por motivos comerciales que terminaron en un pleito callejero en el que Vives llevó la peor parte, ya que el primero se lo descontó sin decir agua va. Quizá por actuar con alevosía y ventaja, Cornejo fue sentenciado a seis meses de prisión por el delito de lesiones.


Pero la cosa no quedó ahí. Meses después, cuando se inició la revolución contra el dictador Victoriano Huerta, las fuerzas de Cornejo que apoyaban a Carranza llegaron a La Paz y al primero que persiguieron fue a Gastón J. Vives—de filiación porfirista—destruyéndole sus viveros de concha madre perla que tenía en la isla Espíritu Santo.


Recuerdos de nuestra ciudad que tienen que relatarse para que formen parte de la memoria histórica de sus habitantes.

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La tienda Ley, en la avenida 5 de Mayo

miércoles, 25 de marzo de 2009

LAS PERLAS DE CALIFORNIA

Gastón J. Vives Gourieux fue un hombre visionario que siempre creyó en la explotación de las perlas como el mejor medio para lograr el mejoramiento económico de los habitantes de la Baja California. El establecimiento de su Compañía Criadora de Concha y Perla, cuyas instalaciones se encontraban en la Isla Espíritu Santo, era una prueba de la verdad de sus opiniones.


Se cumplieron 100 años de la creación de la CCCP como se conocía a la compañía, y en todo este largo tiempo esta industria ha sido olvidada a pesar de los fundamentos tan positivos que presenta. En la actualidad, al igual que hace un siglo, la perlicultura basada en el cultivo masivo de madreperla y concha nácar, es una industria de mayor rentabilidad en el mundo. Al menos así lo demuestra el mercado perlífero mundial donde Japón, China, Australia, Hong Kong y la Polinesia son los principales exportadores.


Afortunadamente el interés por el cultivo de las perlas en nuestro Estado ha sido retomado por dos grupos de investigadores que ya dominan la técnica para su explotación e incluso ya han obtenido los primeros resultados. Para ello se han valido de las experiencias de don Gastón J. Vives en la isla Espíritu Santo y de la numerosa bibliografía que existe relacionada con esta industria. Apoyados por la UABCS y por el CIBNOR, estos investigadores se han echado a cuestas la tarea de establecer y promover las primeras granjas marinas para el cultivo de las ostras perleras.


El doctor Mario Monteforte afirma que la bahía de La Paz posee un excelente potencial acuícola gracias a la existencia de numerosos sitios para la instalación de cultivos marinos como por ejemplo la almeja catarina, la almeja mano de león, la almeja burra y, desde luego, las ostras perleras Picntada mazatlanica( madreperla de Calafia) y Pteria sterna( Concha nácar arcoiris). Por su lado, la doctora Micheline Cariño Olvera se ha convertido en la mejor propagandista de esta industria a través de sus numerosos estudios e investigaciones. En 1998, patrocinada por el Congreso del Estado, publicó un libro sobre la vida y legado de don Gastón J. Vives, el primer maricultor de América. En esa obra incluye un manuscrito inédito de esta persona escrito unos pocos años antes de su muerte—1939- que él denominó “El porvenir de la Baja California está en sus mares”. Dice don Gastón que el cultivo industrial de la madreperla consiste en recolectar sus huevos, fomentar la fecundación de éstos, facilitar el desarrollo de las larvas derivadas de los huevos, y el desarrollo de las crías en unos aparatos especiales que se denominan ”incubadoras”, que se colocan en el fondo del mar bajo determinadas circunstancias. A los tres meses de nacidas las crías, se recogen las incubadoras y se siembran esas crías en unos depósitos o viveros de agua corriente, donde pasan su adolescencia, al abrigo de los ataques de sus numerosos enemigos. A los seis meses se trasplantan las crías en mar libre y a los dos años, cuando la mayor parte de las conchas sembradas han adquirido el tamaño adulto se procede a su cosecha.


El complemento del proceso indicado por el señor Vives lo están realizando los países dedicados a la industria de las perlas cultivadas conocidas como Mabé o media perla, la cual se logra implantando núcleos en las ostras mediante operaciones de microcirugía. Con este sistema es posible producir de dos a tres perlas por ostra. De acuerdo con un proyecto de inversión presentado por el doctor Monteforte, en la bahía de La Paz se pueden instalar entre 80 y 90 granjas perleras, cada una manejando 10 mil ostras adultas anuales y una producción potencial de 25 mil a 30 mil Mabé en promedio. A partir del cuarto o quinto año cada granja obtendría ingresos por un poco más de medio millón de dólares.


II


La pesca de las ostras perleras forma parte de la historia económica de Baja California desde el año de 1533 en que la península fue descubierta por el navegante español Fortún Jiménez. De muchos es sabido que al desembarcar en las playas de la bahía de La Paz lo primero que hizo fue buscar las codiciadas perlas las cuales, según tenía referencias, las había en abundancia.


Después del descubrimiento, una larga lista de exploradores arribaron a la península con el propósito de conocer sus características geográficas pero también en busca de sus supuestas riquezas. Durante 150 años diversas expediciones recorrieron la región llegando incluso hasta los límites de lo que hoy es la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos. Hernán Cortés, Francisco de Ulloa, Juan Rodríguez Cabrillo, Sebastián Vizcaíno y el almirante Isidro de Atondo y Antillón fueron algunos de esos navegantes que dieron a conocer al mundo la nueva tierra descubierta, aunque no conquistada del todo.


No fue sino hasta 1697 cuando los misioneros jesuitas lograron erradicarse en la península, para fundar las misiones que todavía hoy en día son testigos de su permanencia en esta tierra. Pero la pesca de perlas continuó pese a las negativas de los padres, creando empresas como la de Manuel de Ocio que formó un emporio con la explotación de este molusco.


A fines del siglo XIX y principios del XX el negocio de las perlas constituía un importante factor de la economía bajacaliforniana y, en especial, de la ciudad de La Paz. Aquí se otorgaron varias concesiones para explotar ese recurso en el golfo de California, entre ellas la Compañía Perlífera de la Baja California la que en 1889 ocupaba entre 400 y 500 trabajadores por año. Las perlas eran vendidas en Europa al igual que las conchas las cuales tenían una gran demanda.


En el artículo anterior me referí a la Compañía que formó el señor Gastón J. Vives en 1903 y cuyos criaderos fueron destruidos durante el movimiento revolucionario de 1914. Cuando desapareció la empresa, ésta ocupaba cerca de 500 personas en el mantenimiento de la Estación perlífera de San Gabriel, en las bodegas de La Paz y en las embarcaciones de la compañía. En ese año en la isla Espíritu Santo se habían sembrado un poco más de cuatro millones de ostras de las cuales la mitad eran adultas y con altas probabilidades de contener las preciadas perlas. Además se tenían otros cuatro millones de crías listas para sembrarse en las ensenadas de la isla.


De 1914 al 2002 han transcurrido ochenta y ocho años y es hasta ahora cuando se vuelve a pensar en el cultivo de la ostra perlera como un proyecto viable que asegure el desarrollo económico del Estado. El gobierno de la entidad tiene el firme propósito de apoyar esta industria tal como lo ha hecho con otras dedicadas a la acuacultura. Con su respaldo y la asesoría técnica de los investigadores de la Universidad y del CIBNOR, ya existe en nuestra ciudad una empresa que cultiva y vende joyería fina de oro y plata con Mabés de Concha Nácar.


La empresa, registrada con el nombre de Perlas del Cortez, S. de R.L. M.I., tiene como propietaria a la señora Zulema Puig Amarillas y en su volante publicitario explica que todas las perlas Mabés son auténticas piezas originales de Baja California Sur, ya que los cultivos se encuentra en la extraordinaria bahía de La Paz. Desde luego esta naciente industria ha requerido de una costosa inversión aplicada al cultivo de las ostras y al montaje de ellas en joyería de oro y plata. Pero ese esfuerzo está empezando a dar resultado. Centros comerciales tan importantes como Sanborns ya están adquiriendo el producto y se prevé abrir el mercado a los Estados Unidos.
Estamos seguros que el ejemplo de la empresa Perlas del Cortés alentará a muchos inversionistas para instalar otras granjas similares y así, en pocos años, la perlicultura será una de las industrias más rentables, a lo mejor la primera, elevando el nivel económico de los sudcalifornianos.


Y entonces sí, aunque con un retraso de cien años, podremos afirmar como antaño lo hiciera Gastón J. Vives: “El porvenir de la Baja California está en sus mares...”

 

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martes, 17 de marzo de 2009

DE MI COSECHA

LA PAZ DE ANTAÑO..... RECUERDOS

 

Hace algunas tardes, de esas donde todavía el frío del invierno estaba algo fresco, cuando se antoja tomar algo calientito, un café o té de damiana, me puse a platicar un rato con mi padre sobre La Paz de antaño, acompañados del humo calientito que despiden sendas tazas de nuestro apetitosos líquidos calientes, que nos hacen poner a tono, entrados en esas pláticas que quieres de duren para siempre, los minutos y las horas se hicieron nada, que hermoso escuchar hablar de tu ciudad de esa manera en que lo hacen las personas que la aman, que la llevan marcadas en sus pieles cual moreno curtido por el sol, de los largos caminos polvorientos que llegaban de todos lados, de las personas y sus anécdotas tan notorios y folklóricos que los hacen únicos. Es así como se hacen las historias pasadas de boca en boca, por eso, es importante prestar oído a nuestros ancestros; divagamos por una Paz olvidada por muchos, aquella de calles empedradas que hacían crujir las ruedas de carretas mezcladas con vehículos ford y dodge, unos cuantos chevrolets y algunos jeep willys, las subidas y bajadas de calles céntricas como la 5 de Mayo o la Madero, bañadas con el intenso sol del mediodía, los habitantes cubiertos por sombreros de palma por ser mas frescos y que al quitarse servían de abanicos para refrescarse un rato bajo el árbol castigado por el astro rey.

 

Simplemente añorar esas noches tranquilas de verano, es una ensoñación, caminar decía mi padre a deshoras de la noche y tener que hacerlo por la calle y no por la banqueta, pues la gente dormía por el impetuoso calor sobre ellas, el sonar rítmico del paso apresurado por el ladrar de un perro, cruzar desde el malecón hasta los olivos, acompañado de la luna que iluminaba a los durmientes velando sus sueños, libres de preocuparse por el bándalo mañoso que robara alguna pertenencia, las casas abiertas de par en par, cuando dicen, los perros se amarraban con chorizos, y hablar de los olores sabrosos de la mañana, cubriendo el suelo y las plantas con una fina capa de la brisa que viajó del mar hacia el cerro atravesado, el canto del gallo que hace eco por toda la ciudad, alegrando la vida, el canto de los pájaros y el partir del aguerrido pescador que se hace la mar dibujando su silueta en las olas que apenas se levantan de la bahía, llevando consigo el pensamiento perdido en el compás que la proa de su barca marca al golpe del mar Bermejo, dormido, entregado a un sueño, envolviendo la perla que despierta suavemente con su costa espumada por el mar, regocijo de gaviotas y pelícanos en la algarabía de la merienda matutina, que vida, que hermosa vida, la del pescador que su trabajo es con el más benévolo de los patrones, “la naturaleza”, que se entrega a la pauta de las notas que salpican de tenue brisa sus brazos, que resuenan en los remos de su alma, que denotan la esperanza de su gente esperando la paga al fin de la jornada, desde el malecón se alcanzan a ver semianclados arrullados por las olas, arrojando sus redes con comparsa. El paseo matutino por el malecón o la visita al coromuel, al viejo coromuel, famoso por sus aires frescos en las tardes de verano, donde regularmente te encuentras a gente conocida, cuantas veces no vimos al Sr. Francisco King nadando en sus cristalinas aguas y después de salir y secarse, dar los buenos días con esa voz melodiosa acompañada de añoranzas y perdida en mis recuerdos; irnos más atrás en el tiempo y ver esos cerros sin marcas blancas señal capitalista, de prosperidad o que se yo, husmear por sus laderas, esforzarse en subirlos con la única recompensa de ver el mar, el infinito mar, de repente la silueta de un delfín sobresale de las aguas, uno y otro se adentran en la bahía para acompañar luego a los botes de vela que lentamente salen en busca de paz, de esa paz que se respira cuando esta sobre el mar bermejo.

 

Inolvidable mi ciudad, historias engarzadas con verdades o mitos nunca revelados, que la nimita a un lado de la Morelos, que la vieja perla de La Paz, las renombradas tiendas de los Unzón, los almacenes metralla, con sus inolvidables cobradores, el taconazo, el centro comercial californiano, y muchos otros negocios que alguna vez visitamos y que algunos todavía sobreviven al imperio de las cadenas comerciales, los que si ya desaparecieron o quedan olvidados en alguna esquina los famosos changarritos, don beto, la siempre viva, la esperanza, el tirunfo, don chavalito, aquel famoso por sus ricas tostadas de chile elaborado con el agua pura de la llave y nunca nos enfermábamos, pero ahora que tal, dios guarde si nos atrevemos a tomar agua de la llave, primero decimos, que mala sabe y después psicológicamente enfermos de la panza por unos días, que, ya no nos acordamos, que cuando niños abríamos cualquier llave que aunque nos supiera a cobre, que rico nos pegábamos a la salida del agua que nos refrescaba después de jugar por largo rato a los encantados bajo el sol veraniego, o aquel negocito mal formado que en navidad vendía con o sin permiso desde luces de bengala hasta los más poderoso cohetes de hace alguno años, como nos divertíamos jugando y corriendo, ahora, decimos que calor, y no aguantamos un minuto sin el aire acondicionado, pero ¡ah! Que hermosa Paz de antaño; nos interrumpe la señora, abran campo por que ahí les van unas tortillas de harina con chopito pa´que sigan recordando cuando torteadas las gorditas, se aventaban al comal retorcido de la hornilla, y muévele chamaco traete otro leño pa´que queden como le gustan a tu padre, chapeaditas bien cocidas, manea un poquito los frijoles con una cucharada de la kuino, por que si señores, algo de cocinas se y las de palma con hornillas, son las mejores, con recuerdos guardados en sus paredes de vara o de madera, lugar apretadito de reunión, donde todo era un son desde la piedra fijada en un horcón, donde se molía la carne seca y asada en el fogón para la machaca, hasta las ollas tiznadas por el humo de la hornilla, el mover del pozole o el menudo o simplemente las tortillas apiladas sobre una mesita guanga con decenas de clavos pasada de generación en generación, pero eso, será historia de otro día.

lunes, 9 de marzo de 2009

DE MI COSECHA

Buenos días tengan todos ustedes, hago la presentación de esta sección de mi propia autoría, animado por algunas compañeras de la escuela y dedicado para ellas, especialmente a América Díaz, espero sea de su agrado y estaré en la medida de lo posible escribiendo regularmente asuntos generales, espero les guste, aquí dejo el primer aporte:

UN PEQUEÑO PASEO Y EN DOMINGO.

Que rico despertarse en domingo, asomarse por la ventana y ver un día parcialmente nublado, fresco, con un viento leve que recorre acariciando la copa de los árboles; llama el día al paseo, costumbre adquirida de los padres, tradición o deseo de retirarse lo más que uno pueda de las tribulaciones diarias del trabajo y los problemas cotidianos, cargamos nuestro vehículo con lo necesario y nos disponemos a librarnos de las ataduras diarias de esta vida “moderna”, ya el tomar la carretera nos da una tranquilidad, con gran sorpresa veo que no soy el único con ese deseo sano de alejarnos de la ciudad, el tráfico se acentúa en la salida hacia el sur, pocos los que entran muchos los que huimos, apenas el sol despunta sobre las cumbres borrosas todavía por la brisa matutina de los cerros, cálido con sus rayos, benévolo con su calor , el sonido del radio se opaca con el romper del aire sobre una capota suave que con su característico ruido me dice que nos movemos, a los pocos kilómetros ya se siente el aroma de nuestro campo, a mautos y romerios, que todavía se conservan verdes por las brisas y serenos matutinos, me envuelve un sentimiento de libertad, ahora solo soy yo, mi auto y ese esplendoroso paisaje, mi imaginación vuela mas alto que gorriones, cadernales y calandrios que musicalizan el entorno, las nubes caprichosas envuelven las puntas de las sierras mas lejanas, ah! Que hermoso es mi campo sudcaliforniano, se llenan mis pulmones de ese aire tan fresco y de aromas mis sentidos que calman la ansiedad vivida por el tumulto diario de la ciudad; con el paso de los minutos y los kilómetros me siento mas relajado, ahora quiero llegar a un lugar, el mismo u otro, no importa ya me siento en mi tierra, si “pata salada” con orgullo, paceño, sudcaliforniano. Al fin, esa carretera me lleva a unos kilómetros no muy lejos, 50 tal vez, después de una curva en subida resurge inmaculado un poblado, en el oasis verde del monte arremolinado, yergue caprichosa la grandiosa chimenea, que por mas de 100 años se mantiene firme al tiempo y los recuerdos, un bao colorido sale de los techos de las casas, acompañado del aroma de la hornilla, al café de la mañana, he venido una y mil veces al mismo lugar y parece que es la primera, lo he recorrido palmo a palmo y no me canso de gozarlo, me asomo por el puente a un lado de la iglesia y siempre encuentro algo nuevo, me remueve el sentimiento y el recuerdo me acompaña, pues el pueblo nativo de mi padre es sin duda ejemplo de su nombre, el triunfo, me atrae cual tesoro a los piratas, historias de bonanzas y cultura, ese olor a todo que se mezcla, mis pasos me llevan casi en automático, me asomo hacia la hornilla y el saludo ¡buenos días! Sonoro y amigable, de la triunfeña que arroja pausada y rítmicamente las tortillas a un comal que por viejo no ha dejado de ser el preferido en la cocina, al remover la leña cuenta y asegura, este año no ha hecho tanto frío como aquellos que vivimos hace algunos, cuando el agua en la mañana tenia una capa de hielo bien formado que hacia falta quebrarlo para alimentar la olla ya tiznada y hacer el clásico café, del bueno, que “la negrita” ni que nada, este si es el verdadero bajacaliforniano, de grano bien tostado; “y que le servimos”, Mmm…. Pues que ha de ser, mis preferidas unas quesadillas especiales, que de especiales tienen solo el sazón de esa leña conseguida allá en el cerro, de mezquite o que se yo, y un puño de machaca con cebolla y su chilito, ¿de harina, las tortillas? Pues ya que, claro que si, acompañadas de un frijol tan rico y un pedazo de queso regional, del que hacen de las vacas que pastan en el arroyo y cada mañana ordeñan artesanalmente, de tomar… pues claro un tarrito de café, mientras saboreo lentamente el desayuno los ruidos del poblado me atrapan, el aire los lleva de lado a lado, el pasar de los autos distrae un poco mi atención, sin embargo mis ojos se llenan de tan colorido lugar y las platicas que van y vienen del lado de la hornilla, que revises los tamales, dale vuelta al menudito, el café esta caliente, los frijoles se cocieron, ¡ah! Que rico lugarcito, me siento como en casa, me resurge el sentimiento como cuando en esas noches de frío y nosotros pequeñitos, nuestros padres nos tapan amorosos con una cobija que reconforta nuestro cuerpo; vale la pena escaparnos un ratito de la ciudad y llegar a ese, o a cualquier otro lugar, que nos haga sentir nuestro campo y nuestra gente, como olvidar esas platicas con un desconocido, con la señora que hace las tortillas, con el hombre que como yo asoma su vista tras el monte con el único deseo de encontrar a nuestra TIERRA SUDCALIFORNIANA.

miércoles, 4 de marzo de 2009

CUBA, LA BELLA

Hacía ya tiempo y entre semana, que no había visto tanta personas reunidas en el jardín Velasco y eso a pesar de que soplaba un vientecillo fresco que obligó al uso de ropas de invierno. Y todo con tal de escuchar a un grupo musical de Cuba que se hacen llamar “Jóvenes clásicos del Son” los que, durante una hora deleitaron –y pusieron a bailar—a gran parte del público presente.


No cabe duda que la música cubana es contagiosa, porque los paceños un tanto apáticos para estos espectáculos, respondieron con entusiasmo las interpretaciones de este magnífico conjunto, premiándolos con aplausos y voces de alegría. Ahí vimos niños, muchos jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, unos sentados y la mayoría de pie, escuchando atentos la música de esa isla caribeña, tan ligada a los sentimientos de los mexicanos.


Llamó la atención como en cada uno de los intermedios el conductor del grupo hacía alusión a su nacionalidad y las ligas emocionales que los ligan a nuestro pueblo. En una ocasión se refirió a Martí, el héroe cubano y poeta de reconocimiento universal, sacrificado en aras de la libertad de ese país. En otra, elogió a los mexicanos y, en especial, a los de Baja California—sin el Sur—y a los habitantes de La Paz, por su reconocimiento a Cuba y a su música.


De años atrás el nombre de ese país guarda un lugar especial en Sudcalifornia. En La Paz, por ejemplo, existió a mediados del siglo pasado un barrio conocido como “la isla de Cuba” localizado entre las calles 16 de septiembre y Guillermo Prieto. En una de las esquinas estaba una tienda propiedad de un cubano que se llamó Marcos Pardo Uribe y toda persona que buscaba alguna cosa le decían: “en la isla de Cuba puede encontrarla”.


Por otro lado, en la población de Todos Santos era tradicional que en la época de la molienda de la caña, además de las melcochas, alfeñiques y el sabroso guarapo, se elaboraran unas panochas de regular tamaño que eran conocidas como “cubanas”, de delicioso sabor. El porqué del nombre ya se lo imaginará. Pero además, en Puerto Adolfo López Mateos, en el municipio de Comondú, existe una escuela primaria que lleva el nombre de “República de Cuba” fundada en el año de 1968. Y allá, en el poblado de La Purísima existe un barrio conocido como Cuba, aunque su nombre es Carambuche. Cuando estaba en su apogeo la revolución cubana con el comandante Fidel Castro al frente, en ese lugar vivía un tío del profesor Félix Mario Higuera Arce llamado Basilio Higuera Higuera quien tenía como característica una larga y abundante barba como Fidel, y por eso a ese barrio se le conoció como Cuba.


Cuba siempre nos trae recuerdos agradables sobre todo por su música y su poesía, aunque también tiene sucesos que tienen que ver con su independencia y soberanía que nos hacen pensar en José Martí, en Fidel Castro y el Che Guevara. En sus renovados esfuerzos por lograr el progreso de su pueblo en todos los órdenes como la educación y el deporte en los que ocupan primeros lugares en Latinoamérica.


Por eso, antenoche que escuchábamos a ese grupo de jóvenes cubanos interpretar los sones que han hecho famosa la música de la isla, además de los otros géneros más conocidos como el changüí, el bolero y la guaracha, y observar a los cientos de personas que asistieron al espectáculo, no puede menos que pensar en la fuerza que tiene la música como vínculo que enlaza los corazones y como sembradora de amistad entre todos los seres humanos.

Fuente: libro  Crónicas: La Paz y sus historias.

lunes, 23 de febrero de 2009

CABO SAN LUCAS EN LA HISTORIA BAJACALIFORNIANA

En 1980, los historiadores Michael Mathes y Andrés Cota Sandoval, publicaron un libro al que titularon “Importancia de Cabo San Lucas”, y en él afirman que este lugar fue descubierto la primera vez por los expedicionarios de Hernán Cortés durante su viaje a California, en 1535. En los años siguientes, otros navegantes llegaron a esa parte de la península, aunque fue Juan Rodríguez Cabrillo quien en 1542 hizo referencia de ese lugar como “Puerto de San Lucas”. Posteriormente, en 1596, Sebastián Vizcaíno permaneció en el Cabo durante siete días, lo que le permitió describir esa región y sus habitantes.
Los pobladores de la antigua “Yenecamú” fueron los pericués, una tribu indígena que llegó del norte por el continente americano, antes de los otros grupos conocidos como los guaycuras y los cochimíes, quienes ocuparon el resto de la península. Vizcaíno describe a los pericués como “gente bestial y bárbara...y con un lenguaje tan bárbaro que mas parece balido de carneros que habla de gentes...”

Esa fue su primera impresión porque después, conociendo de su hospitalidad y de los obsequios que les hicieron, comprendió lo difícil de su sobrevivencia en esa región que describió como “tierra arenisca, cálida, en extremo áspera, sin árboles, ni ríos, ni fuente alguna...” A pesar de la miseria en que vivían, los pericués les ofrecieron pitahayas, ciruelas silvestres, lagartos, culebras y bulbos de raíces, alimentos que testificaban su pobreza y la esterilidad de la tierra.

Sebastián Vizcaíno volvió a Cabo San Lucas en 1602 acompañado del fraile Antonio de la Ascensión y fue éste quien continuó con la descripción de la región y de sus pobladores. Entre los años de 1629 y 1633, Fray Antonio expuso la importancia de California y recomendó la colonización en el Cabo, con el establecimiento de una misión carmelita y la fundación de un pueblo civil. En su exposición de motivos decía:
“La primera población se puede hacer en el Cabo San Lucas y Punta de California que es puerto acomodado y más cercano, pues desde las islas de Mazatlán hasta allí hay 50 leguas de travesía desde el mar roxo; está allí una buena bahía que hace buen puerto (San Bernabé) y hay allí muchos indios pacíficos y mansos...”
Aunque las sugerencias de Fray Antonio no fueron tomadas en cuenta, las expediciones a la península continuaron, entre ellas de las de Francisco de Ortega y Pedro Porter de Casanate, y todos ellos coincidieron que Cabo San Lucas era el lugar ideal para la proyectada colonización de California. Sin embargo, todavía hasta el año de 1700 la región permaneció despoblada, no obstante que ya se habían fundado las primeras misiones jesuitas en Loreto y San Javier.


Cuando se trata de conocer la historia de Cabo San Lucas, es indispensable leer las descripciones que sobre ese lugar hizo el pirata inglés Woodes Rogers. En 1709, este aventurero al mando de los buques Duke y el Duches llegó a “Puerto Seguro” como se le conocía también a ese lugar. Desde ahí salió para apoderarse del galeón “Nuestra Señora de la Encarnación” que venía de Filipinas con un valioso cargamento de mercancías. Las noticias de esta parte del mundo sirvieron también para que otro corsario, George Shelvocke, llegara a Cabo San Lucas en 1721. Este también escribió detalladas observaciones de la región y sus moradores, con tal objetividad que merecen conocerse.
En el año de 1721, la colonización jesuítica llegó a la tierra de los pericúes con la fundación de la misión de Santiago de los Coras en el mes de agosto de ese año y ya, en 1730, la segunda misión llamada Estero de las Palmas, en San José del Cabo. Y aunque se establecieron varios pueblos de “visita”, por razones que se ignoran no se tomó en cuenta a Cabo San Lucas.

En 1825, un año después de la promulgación de la Constitución Mexicana, el jefe político José María de Echeandía procedió a dividir la Baja California en cuatro municipios que fueron Cabo San Lucas, Loreto, Santa Gertrudis y San Pedro Mártir, cada uno con su respectivo ayuntamiento. Aunque posteriormente San José del Cabo fue designado municipio en lugar del primero, lo cierto es que San Lucas se incluyó por primera vez en la división política de la República.
La división municipal en la Baja California se oficializó a partir de 1837 cuando se estableció un Distrito con tres Partidos y éstos conformados por los municipios de La Paz, San Antonio, Todos Santos, Loreto, San José del Cabo y Santiago. En 1850 se agregaron los de Mulegé y Santo Tomás de la Frontera. Por su parte, Cabo San Lucas desde esa época formó parte del municipio de San José del Cabo.


A finales del siglo XIX (1895), la población del municipio josefino era de 4,636 habitantes, de los que Cabo San Lucas tenía 208, población inferior a la que tenían Santa Rosa, Santa Anita y La Candelaria. En ese año la villa de San José contaba con 1,091 personas. El dato anterior nos da una idea de la poca importancia que se le concedía a San Lucas que no pasaba de ser una aldea perdida en el “finisterra” de la península.


Pero los movimientos revolucionarios de 1910 a 1913 vinieron a cambiar las cosas, dado que la presencia de Baja California Sur en el conflicto armado permitió una mejor atención de parte del gobierno central. Y entonces se dieron cuenta que los mexicanos de esta olvidada región de la Patria, siempre dieron pruebas de su gran espíritu nacionalista al participar en la guerra contra los Estados Unidos, en 1847 y 1848, y en su oposición al gobierno de Maximiliano en los años de 1862 a 1867.


De los patriotas sureños que defendieron nuestra soberanía destaca con méritos propios Ildefonso Cipriano Green Ceseña, sanluqueño de origen, cuyos restos se encuentran en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres de la ciudad de La Paz. Otros mas cuyos nombres se han perdido hicieron acto de presencia en los acontecimientos de nuestra vida independiente.
Cabo San Lucas inicia su progreso cuando el señor Julio Gómez Ritchie, en los años veinte del siglo pasado, construyó el primer camino de brecha entre San José y San Lucas, el mismo por donde hoy se extiende la carretera transpeninsular. También en esa misma época se estableció la Compañía de Productos Marinos, la que durante cincuenta años generó el crecimiento económico y poblacional de este último lugar. En 1925, el barco-fábrica “Calmex” se instaló en ese lugar dando origen a la primera planta enlatadora de atún en México. Esta planta flotante propiedad de los hermanos Carlos, Luis y Enrique Bernstein Riveroll, dio por resultado que en 1929 se construyera una empacadora de atún ubicada en el extremo oeste de la bahía.
Así, con la industria atunera como eje de su desarrollo, Sal Lucas diversificó sus actividades en los ramos de la ganadería, el comercio y la pesca. Se inició la comunicación con los Estados de Sonora, Sinaloa, Jalisco y Colima y, desde luego, con San José del Cabo y La Paz. La población que en los años veinte apenas llegaba a los 500 habitantes aumentó a 2,000 en 1970 dando pie para la urbanización del lugar con los servicios públicos más indispensables.

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Panorámica de Cabo San Lucas
(Cortesía de Francisco Arámburo S.)

martes, 10 de febrero de 2009

MONUMENTOS DE LA CIUDAD DE LA PAZ B. C. S.

Esta es una recopilación en fotografía de los monumentos más significativos con que cuenta nuestra querida ciudad, si no los conoces todos, te invitamos a que los visites y encuentres en ellos el significado que guardan, así como sus estilos artísticos con los que fueron creados.

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Monumento a la Fundación de La Paz
Calzada Eusebio Francisco Kino y 5 de Mayo

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Monumento al General Félix Ortega Aguilar
Blvd.. Forjadores de Sudcalifornia

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Monumento a la Libertad de Expresión
Calzada Eusebio Francisco Kino

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Monumento a Juárez en la Logia Masónica
Calle Independencia

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Monumento a Cuauhtémoc
Parque Cuauhtémoc

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Monumento a Morelos
Parque Morelos

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Monumento a los Misioneros Combonianos
Calzada Eusebio Francisco Kino

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Monumento a la madre
Calzada Eusebio Francisco Kino

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Monumento “Club Rotario”
Calzada Agustín Olachea y Nayarit

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Monumento a Benito Juárez
Palacio de Gobierno

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Monumento a Francisco King
Parque Francisco King

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Monumento a los Niños Héroes de Chapultepec
Calzada 5 de Febrero

jueves, 5 de febrero de 2009

LOS PORTALES DE LA CIUDAD DE LA PAZ

Sobre la calle 5 de mayo, entre las calles Francisco I Madero y Revolución de 1910, frente al Jardín Velasco, se localizan Los Portales, así llamados por que son 10 columnas de piedra cantera separadas por arcos de ladrillo que soportan la estructura superior del edificio. Siete de esos arcos están sobre la calle 5 de mayo y los otros cinco sobre la calle Madero.


Fue por los años cuarenta del siglo pasado cuando se construyeron por el ing. Ignacio del Río, con el propósito de la ciudad de La Paz contara con una edificio colonial como las hay en muchas partes del centro de la República. Antes de 1942 en ese lugar existían varios comercios entre ellos la tienda El Coromuel, el Salón Montecarlo, la Fonda de Don Polo, la tienda de abarrotes y panadería de Luis Dibeni.


Cuando se terminaron Los Portales, uno de los primeros comercios que se estableció en la esquina de 5 de mayo y Madero fue el Mercado SOLE del señor Fenech, Después se instalaron otros como Juguetilandia y la agencia de los muebles para oficina H. Steel del señor Jaime Tuchamn. En algún tiempo se pretendió incluso establecer un ring de boxeo patrocinado por el señor Rodolfo Mnea.


Con el paso de los años parte de los Portales han sido modificados y actualmente la mitad de ellos están formando parte de estructuras comerciales, que han ocupado los espacios que deberían destinarse a zona peatonal y de recreo. En la esquina que forma el cruce de las calles 5 de mayo y Revolución se encuentra un café que no forma parte de Los Portales.

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Edificio Los Portales,en la avenida 5 de Mayo.

miércoles, 28 de enero de 2009

LA JURA DE LA INDEPENDENCIA EN BAJA CALIFORNIA

Aún cuando el movimiento de la independencia de México pasó hasta cierto punto desapercibido por los habitantes de la península bajacaliforniana, debido a su aislamiento y la escasa población de ese entonces, lo cierto es que para el año de 1822 las poblaciones de San José del Cabo, San Antonio, Loreto y La Frontera, habían realizado la jura de la independencia con todo el protocolo que exigía ese acto. Desde luego, debemos aclarar que en el resto de la República, los juramentos se iniciaron desde el mes de septiembre de 1821, coincidiendo con la entrada de Agustín de Iturbide y el Ejército Trigarante a la ciudad de México.


En la Baja California, la jura de la independencia tiene una historia peculiar, rodeada de interesantes anécdotas, entre las que se incluye la presencia de dos buques de la armada chilena y los supuestos peligros que entrañaban para los habitantes de la región. Lo que no sabían es que esos buques formaban parte de la flota al mando del almirante Thomas Cochrane, quien tenía la misión de apoyar la independencia de México persiguiendo y capturando barcos españoles.


Con ese propósito, en el mes de febrero de 1822, llegó el buque “Independence” a San José del Cabo, al mando del comodoro William Wilkinson y desde allí divisaron una nave enemiga mar adentro. Decidieron atacarla y para sorprenderla,—no fuera a ser el diablo—cubrieron sus cañones con lonas e izaron la bandera inglesa para simular que era un mercante con rumbo a Asia. Cuando estaban a poca distancia izaron la bandera estrellada de Chile y descubrieron ocho cañones que apuntaban al bergantín, causando el pánico de los tripulantes, muchos de los cuales se arrojaron al mar. No era para menos, dada la fama de la armada de ese país.


“El Araucano” fue otro de los barcos que envió Cochrane a la Baja California al mando del capitán Simpson y éste, por instrucciones del comodoro Wilkinson, se dirigió a la población de Loreto con el objetivo de comprar provisiones, sobre todo carne para beneficiarla y convertirla en “charqui”, un platillo típico de Chile. A su arribo al pueblo mandó detener al gobernador Arguello y saquearon su casa, ya que lo consideraban como autoridad española.


Simpson dejó a una parte de la tripulación en Loreto con el encargo de preparar el “charqui” mientras se dirigía a Guaymas en busca de mas provisiones. A su regreso encontró que la rivalidad entre sus marineros y los pobladores se había acrecentado a tal grado que éstos tuvieron que huir al pueblo de Comondú. La llegada del otro barco, el “Independence” puso fin al conflicto y dio oportunidad para que el Alférez José María Mata, ante la presencia de Wilkinson y Simpson, proclamara la independencia el 7 de marzo de 1822.


Según la versión de algunos historiadores, el 25 de febrero de ese año, se efectuó la jura de la independencia en el pueblo de San Antonio por Fernando de la Toba, comandante de las armas en la región sur. Lo mismo hizo en San José del Cabo en los primeros días del mes de marzo. Los dos actos fueron motivados por la presencia de los barcos chilenos.


La última jura considerada como oficial fue la que realizó Agustín Fernández de San Vicente, representante del gobierno de Iturbide, el 7 de julio de 1822, en el pueblo de Loreto, según consta en el acta que se levantó con ese motivo. San Vicente aprovechó también su estancia en el lugar para instalar el ayuntamiento que quedó integrado por las siguientes personas: Alcalde, Juan Higuera; Primer Regidor, Anastasio Arce; Segundo Regidor, Enrique Cota; Síndico Procurador, Luis Cuevas.


Así terminaron los actos de adhesión al nuevo país, en tanto que los barcos de Thomas Cochrane, causantes indirectos de las juras de la independencia, regresaron a Valparaíso a fines de junio de ese mismo año. Como recuerdo de su presencia queda en Baja California Sur, el hotel EL Chileno, en el corredor turístico de Los Cabos.


Por lo que respecta a la región conocida como La Frontera—hoy el Estado de Baja California—el juramento de la independencia se llevó a cabo el 16 de mayo de 1822, por el teniente José Manuel Ruiz, en el poblado de San Vicente.

 

Fuente: Libro crónicas La Paz y sus historias.

jueves, 22 de enero de 2009

¡TACOS DE ASERRIN, JOVEN!

En los últimos años se han multiplicado los puestos de tacos en las calles de nuestra ciudad capital. Hace cincuenta años era raro encontrar uno de estos negocios, sobre todo porque las fondas incluían en su menú esta clase de antojito mexicano. Sobre la calle 5 de mayo, esquina con la Revolución, el restaurante del “güero Wilson” vendía unos taquitos dorados de carne requetesabrosos—palabra de estudiante—y no se diga los que ofrecía Cándido rellenos de pescado, sesos o carne deshebrada.


Cándido era un vendedor ambulante, con su bandeja colocada sobre su cabeza y en las manos al armazón de tijera. Así, cuando alguien le pedía un taco, con destreza colocaba la bandeja en la tijera y atendía al cliente. Muchas veces, porque él siempre llegaba a los mismos lugares, su mercancía se le acababa en un dos por tres. De Cándido ahora sólo queda el recuerdo y más aún porque cuando tenía tiempo se daba una vuelta por el billar de don Conrado donde ya tenía contrincantes para el “nueve”.


Han pasado muchos años desde esa época, pero el gusto por los tacos no se acaba. Los hay de todas clases: de barbacoa, al pastor, de camarón y pescado, de birria, de chicharrón, y si es de los exquisitos de lengua sesos y tripitas de res. Tacos para todos los gustos y por la cantidad que quiera el cliente, siempre y cuando el bolsillo aguante. Porque no me va a dejar mentir, hay individuos que se comen entre diez y doce tacos y de pilón se toman uno o dos refrescos embotellados.


Claro, algunas anécdotas sobre personas de “buen diente” son muy conocidas. Ahí está el caso del ranchero conocido como “panza de león”, el cual en una ocasión lo invitaron a una tamalada y el anfitrión puso a su disposición un balde lleno de tamales de puerco. El ranchero se sentó en cuclillas a un lado del recipiente y en tanto que canta un gallo se zampó todos, dejando un reguero de hojas. Jura el señor que lo invitó que eran cincuenta tamales de regular tamaño.


Y hablando del mismo tema, hace unos días al pasar por la calle Belisario Domínguez, frente al Teatro Juárez, me detuve a saborear un taco de aserrín en uno de los dos puestos establecidos ahí hace muchos años. Mientras lo saboreaba, me fijé en el letrero impreso en unos de los costados del puesto explicando que desde el año de 1951 funciona en ese lugar y siempre vendiendo tacos de pescado. Lo de aserrín le viene porque es carne desmenuzada finamente lo que es una ventaja para las personas que tienen mala digestión o mala dentadura.(se los puede comer como si fuera papilla). Platica Josué, el que atiende el negocio que su papá, don Samuel Martínez Hernández, llegó a La Paz en el año de 1941, formando parte del 5º batallón de Infantería. Cuando se retiró del servicio activo tuvo que desempeñar diversos trabajos con el fin de mantener a su numerosa familia—14 hijos y su esposa--. Una noche tuvo un sueño. En él se le apareció una persona desconocida que le dijo mandara construir un carrito de madera—incluso le dio los detalles—y que se pusiera en una de las calles de la ciudad a vender tacos de pescado.
Al día siguiente lo comentó con su familia y claro, como ellos venían de Zacatecas, los peces no los conocían ni en pintura contimás vivir de ellos. De todas maneras el señor Israel de la Toba—uno de los mejores carpinteros que todavía viven—le construyó el carrito con ruedas y todo y un día del año de 1948—uno más uno menos—hete aquí a don Samuel ofreciendo sus tacos a los pobladores de La Paz. De entrada los hizo sabrosos por que hasta la fecha, después de cincuenta años, todavía los buenos gourmets los siguen prefiriendo.


Don Samuel, tiene ahora 90 años, sigue creyendo en los sueños. Con uno de ellos aseguró el porvenir de su familia, aún cuando la cercanía con Dios de seguro contribuyó a ello, ya que sus hijos fueron bautizados con nombres bíblicos: Josué, Nohemí, Rebeca, Ruth...

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Puesto de tacos de aserrín, en la calle Belisario Domínguez

Fuente: libro crónicas La Paz y sus historias.

jueves, 15 de enero de 2009

GOYITO EN EL POLO NORTE

Si usted tiene a la mano un mapamundi y busca más arriba del paralelo 87, esa manchita que podría pasar por una gracia de mosca, debe ser la isla Rudolfa, la más norteña de las islas del archipiélago de Francisco José, a pocos kilómetros del punto central del polo norte.

Se asombrará usted al saber que la islita de nuestro relato no pasa de una superficie de cien kilómetros cuadrados, tiene una población de poco más de doscientos habitantes de origen soviético, dedicados a la cría de zorros polares para la industria peletera rusa.

Se asombrará también cuando sepa que la casi totalidad de la isla está cubierta de hielo once meses al año. Más asombro tendrá al saber que el noventa por ciento de la alimentación de los isleños depende de la abundancia de focas y peces del ártico.

Después de tanto asombro, quedará usted hecho un témpano tan frío como la mismísima Isla Rudolfa, si recorriendo al callecita principal del poblado de la minúscula ínsula usted se topa, a boca de jarro, nada menos que con Goyito Ceseña.

¿Quién es Goyito Ceseña y que anda haciendo allá?, probemos nuestra capacidad de asombro y echemos un vistazo a esta verídica historia de temeridad insólita.

Pescador desde la infancia, junto a su padre don Gregorio, el joven Goyo fue contratado hace algunos años, en 1947, para prestar sus servicios a una empresa pesquera y empacadora del puerto de San Diego en los Estados Unidos. Sus familiares, residentes en un ranchito cercano a la ciudad de San José del Cabo, jamás volvieron a saber de él hasta hace un par de años que recibieron una descolorida carta enviada desde el mismísimo polo norte por el aventurero Goyo.

Relatan sus familiares que Goyo se fue a San Diego California, como grumete de un buque Noruego que bajó hasta el canal de Panamá, subió por el Océano Atlántico , hasta llegar primeramente al puerto nórdico de Kovenhavn, que no es otro que la célebre ciudad de Copenhage en Dinamarca, luego subir hasta Oslo, la capital Noruega, donde nuestro coterráneo se quedó al garete sin más defensa que la media docena de palabras inglesas mal aprendidas en San Diego.

Meses después de andar viviendo casi de limosna, Goyo encontró para su regocijo a dos sacerdotes de origen español, a quienes oyó hablar en un placita del puerto de Frederikstad. Los misioneros recogieron amorosamente a Goyito, le proporcionaron abrigo y comida; para desquitar el sustento, se ocupó durante algún tiempo como mozo del templo misional del puerto. Un día escuchó a tres pescadores italianos a quienes entendía un poco y a la mañana siguiente ya iba a bordo de un buque a trabajar a una empacadora soviética de mariscos, contratado por un tentador salario a condición de que prestara sus servicios en Zembla, archipiélago nórdico de grandes islas ubicado más arriba del círculo polar ártico.

Medio muerto de frío, Goyo Ceseña llegó a fines de 1950 a la factoría, pero poco después fue comisionado junto con sus amigos (los italianos) a pescar a la más lejana de las islas del archipiélago y ahí se quedó.

Poco a poco fue acostumbrándose al terrible frío polar y dieciséis años después, aprendidas algunas palabras y frases noruegas, se casó con la hija mayor del jefe del campamento y (nadie se explica como le hizo) ahora es el feliz propietario de la única tienda minúscula de víveres que hay en la lejanísima helada isla.

Probablemente desde que llegó a la isla del congelado polo empezó a escribirles a sus familiares, pero las cartas nunca llegaron a su destino. Fue hasta hace poco  menos de seis años que la madre de uno de los pescadores italianos sostuvo correspondencia con Goyo y, entre otras cosas, le aconsejó la manera correcta de mandar una carta bien timbrada hasta su tierra sudcaliforniana.

Prolífico, como todo buen mexicano, Goyito es el padre amoroso y responsable de seis críos, de pelo rubio, a quienes les ha prometido un viaje a tierras sudcalifornianas para que conozcan a sus asombrados parientes. Conociendo la vida intrépida de Goyito Ceseña, jure usted que un día llegará con sus retoños a San José del Cabo y, como debemos suponer, regresar luego a donde, como dice en su carta recibida del polo norte, "le ha ido muy requetebién".

 

Relato compilado por Carlos Domínguez Tapia.

jueves, 8 de enero de 2009

UNA CONCHA DE NUEVA GALICIA (ESCUDO DEL ESTADO)

Eugenia Garibay, integrante de la Asociación de Escritores Sudcalifornianos, quien en días pasados viajó a los Estados Unidos para saludar a una de sus hijas que radica en la ciudad de Atlanta. Por coincidencia, un día antes le había obsequiado un ejemplar de mi libro “Casos y Cosas del municipio de La Paz”, por lo que aprovechó para leerlo durante la travesía que efectuó por vía aérea.


A su regreso me comentó el interés que le produjo la crónica referente al escudo de armas de Baja California Sur y las características del mismo, sobre todo en la descripción de la concha que aparece en el centro rodeada de cuatro peces. De acuerdo con la ciencia de la Heráldica se trata de una “venera” o valva originaria de los mares de Nueva Galicia, España y que forma parte de un molusco llamado “Vieira” muy común en esa región. Esa venera “simboliza el fiero combate por la defensa de sus fronteras y, por ser de plata, con toda firmeza, vigilancia y vencimiento”


Pero junto con el comentario, Eugenia me entregó como regalo una de esas conchas adquirida en La Coruña, España, con la explicación de que en esa parte del país los restaurantes sirven la “vieira” en su concha, tal como lo hacemos por acá con las almejas chocolatas o los ostiones. Como le llamó la atención las características de la venera, compró algunas e hizo que las limpiaran y pulieran. Fue una buena decisión al menos para mí, porque hacía tiempo deseaba tener una.


Y la pregunta obligada fue: ¿qué hace una concha española en el escudo de armas de nuestro Estado? La explicación más sencilla es que el escudo, según los enterados, fue creado en la época colonial allá por los años de 1535 a 1550, periodo en que gobernó la Nueva España el Virrey Antonio de Mendoza. Por eso sus características corresponden a la heráldica de España.
En la crónica a que he hecho referencia establecí la duda sobre la verdad del origen del escudo sudcaliforniano, sobre todo por que en esos años fueron únicamente 32 villas y ciudades las que tuvieron ese distintivo y en ellas no aparece La Paz ni mucho menos las Californias. Varios investigadores, entre ellos el Maestro Rolando Arjona Amabilis quien es un experto en cuestiones heráldicas, aseguran que el escudo no es tan antiguo e incluso comparten la idea de que fue hecho en la tercera década del siglo XX.


Y si fuera así, la concha sería originaria de los mares de Baja California, por ejemplo la conocida como almeja roñosa de risco que es muy parecida a la venera de Nueva Galicia. Y si fuera así, las características del escudo serían otras, más acordes con lo que ha sido en los últimos tiempos nuestra entidad. En 1962, el ameritado profesor César Piñeda Chacón escribió lo siguiente: “ El contorno dorado del escudo significa la riqueza de sus minas; la franja azul expresa el potencial económico de sus mares; el color ocre de la franja izquierda su tierra virgen; y la franja escarlata de la derecha sintetiza la belleza de sus incomparables crepúsculos. La concha del centro recuerda la fabulosa riqueza de sus perlas”.
Hace una semana escasa el maestro Arjona tuvo la amabilidad de enviarme una valiosa fotografía del escudo de armas de Baja California que aparece en una de los muros de la Secretaría de Educación Pública, en la ciudad de México. Fue pintado en 1923 por los ayudantes de Diego Rivera, junto con el resto de las demás entidades de la República. Lo extraño es el dibujo del centro que todo parece menos una concha, lo cual hace pensar que los pintores no tenían la más remota idea del escudo y por eso lo inventaron. Fue por eso que el Lic. Manuel Torre Iglesias, en su Historia del Territorio Sur de la Baja California”, escrita en 1956, insertó en la portada esa pintura que existe en la SEP.


El origen del escudo de armas de nuestro Estado merece dilucidarse, y si en realidad no procede de la heráldica española hacer las aclaraciones pertinentes. Así, coimagen amplitud de criterio, puede pensarse en la creación de un escudo más representativo de Baja California Sur. El ejemplo lo dio el Estado de Sinaloa el que en 1958 sustituyó el escudo que en mala hora inventaron los ayudantes del pintor Diego Rivera en 1923.


Concha de Nueva Galicia, España

  Escudo de Baja California Sur

FUENTE: LIBRO: Crónicas: La Paz y sus historias